Faltan niños
Somos un país ensimismado e incapaz de reconocer su historia y su realidad, puede que debido a eso no podamos imaginarnos un futuro que vaya más allá de nuestra propia existencia individual sin tener en cuenta nuestra obligación natural de perpetuar nuestra cultura.
Todo lo anterior se resume a algo muy sencillo, y es que los españoles nos vamos a extinguir y los de algunas regiones antes que otros; vivimos un drama de dimensiones catastróficas como quien bebe un vaso de agua. Perdemos el tiempo en debates sin fondo ni forma cuando por primera vez en la historia estamos a punto de que se vayan a producir más defunciones que nacimientos durante todo un año.
Y qué dice la escuela española frente a este drama humano: nada. Y no deja de ser curioso teniendo en cuenta la sensibilidad del mundo educativo a todo, y curioso porque los alumnos antes que tener esta condición tienen otra y es que son niños, y para ello han tenido que nacer.
Los efectos de falta de natalidad en la Educación escolar y en la Educación familiar van a ser devastadores; ya hay unidades escolares en España con cuatro alumnos de diferentes edades y cursos. Además las familias de padres añosos e hijos únicos son cada vez más frecuentes, con las consecuencias pendientes de calificar que tendrá esta proliferación de modelo familiar en los comportamientos y las actitudes de los niños y posteriores alumnos, así como de sus padres con respecto a las expectativas depositadas en ellos y en el sistema escolar.
El Estado del Bienestar no existe si solo se preocupa de prolongar la vida a los ancianos, la modernidad no es tratar a las madres embarazadas como una molestia para las empresas, y la economía no se reactiva vendiendo pañales que no sean para los bebés.
Ojalá pronto demos oportunidades a que los jóvenes tengan hijos siendo todavía jóvenes y no añosos cuarentones. Los viejos debemos darles paso en el mercado laboral, para que con un salario digno y estable se dispongan a reproducirse y así en vez de adolescentes eternos sean padres responsables. Y los viejos en vez de maduros aparentes, seamos orgullosos abuelos reales.