Apuntes sobre la Universidad
La Universidad española se encuentra expectante e inquieta en este año que acaba de comenzar con un rumbo político y social todavía incierto. El devenir de la institución en los últimos años ha sido difícil y, en algún momento, cuando menso tenso, como se puso de manifiesto en el “plante” de los rectores al entonces ministro José Ignacio Wert.
Los recortes presupuestarios, la reducción de la tasa de reposición de las plazas jubilados -felizmente restablecidas-, los cambios en la duración de los estudios de Grado -todavía sin aplicar- o la disminución de las becas son algunos de los problemas que afectan a los campus y que reclaman una urgente solución. Se puede hablar también de la llamada gobernanza, de la normativa para garantizar el reconocimiento internacional de títulos, del exceso de titulaciones o del acceso y permanencia en las carreras. En definitiva, es preciso revisar fortalezas y debilidades del sistema y aplicar las medidas necesarias para fortalecerlo.
La Universidad necesita una redefinición para competir con garantías de éxito en el ámbito internacional y afrontar sin complejos los retos del siglo XXI. Desde todos los ámbitos se reclama un consenso que de estabilidad al sistema de enseñanza superior y deje a la Universidad al margen de los vaivenes políticos. Es verdad que esta parece una empresa casi imposible, a juzgar por los intentos frustrados que se han producido, pero alguien debería liderar esta ambición hasta conseguirla, con la premisa de que ese eventual pacto estará jalonado de cesiones y concesiones, pero con la convicción de que sin él los problemas se enrocarán.
Es prematuro hablar de cómo diseñará o rediseñará el nuevo Gobierno las líneas de la enseñanza universitaria. Hay importantes cuestiones pendientes, entre ellas la ya apuntada reducción de la carga académica de los grados y el equilibrio de la oferta de titulaciones, y otras que habrá que afrontar. Son innumerables las aristas a pulir y es necesario hacerlo con prudencia teniendo en cuenta además que casa comunidad autónoma tiene plenas competencias educativas. Sin embargo, uno de los objetivos prioritarios, tal como anunció el todavía ministro en funciones, Iñigo Méndez de Vigo, y en el que los rectores están de acuerdo, es el de establecer un nuevo modelo de financiación. En el que autonomía universitaria y rendición de cuentas sean elementos fundamentales.
Es lamentable que los distintos proyectos de reforma del sistema de financiación están arrumbados “sine die” en algún despacho del organismo correspondiente. Hay que afrontar con decisión el problema financiero y fijar las reglas del juego para que nadie se llame a engaño y todos asuman derechos y obligaciones.
Otro aspecto que también debe constituir una prioridad es el de la internacionalización. Y no solo mediante el programa Erasmus o los Campus de Excelencia. Es algo de mayores dimensiones; es equipar a la Universidad española con las mejores del entorno europeo y mundial para que la circulación de estudiantes y titulados sea real y el reconocimiento internacional.