Escuela a Cielo Abierto: educar en la naturaleza, también en la ciudad
Educar al aire libre no es solo una alternativa pedagógica, sino una necesidad cada vez más evidente para favorecer el bienestar, el aprendizaje activo y el vínculo emocional con la naturaleza. Numerosos estudios y experiencias demuestran que el contacto con entornos naturales mejora la salud física y mental, estimula la curiosidad, fortalece las relaciones y conecta al alumnado con el mundo que lo rodea. Frente a los desafíos actuales, pensar la educación desde lo vivo y lo cercano cobra un sentido urgente y transformador.
Sobre esta visión profunda y necesaria hablamos con Silvia Corchero de la Torre, responsable de Formación y Comunicación de la Fundación Paisaje y figura clave en la coordinación y dinamización de la comunidad A Cielo Abierto, para conocer más sobre su origen, propósito y el impacto que está teniendo.
¿Cuál es el origen de la comunidad educativa A Cielo Abierto?
–Nuestra comunidad educativa surge en 2021 a partir de la publicación en castellano del libro La Escuela a Cielo Abierto, de La Traviesa Ediciones, una obra que reúne 200 actividades al aire libre para abordar todas las áreas de conocimiento en Educación Infantil y Primaria, y que contó con el apoyo de la Fundación Paisaje, desde donde impulsamos el crowdfunding necesario para su publicación y brindamos respaldo institucional para coordinar, dinamizar y comunicar este movimiento, tarea que continuamos actualmente. Todo ocurrió además en un momento muy especial en el que estábamos saliendo de la pandemia de covid, que constató aún más la necesidad de salir de las aulas y educar en el exterior.
Educar en el exterior… ¿Es este uno de vuestros principales objetivos?
–Eso es. El principal objetivo de nuestra comunidad es contribuir a hacer realidad la práctica de una educación en contacto con la naturaleza, centrada en el potencial de los entornos cercanos a cada comunidad educativa y conectada con la realidad. Y, desde ahí, ofrecer un espacio de apoyo mutuo y aprendizaje colectivo.Es una comunidad de personas y entidades activa, participativa, autogestionada, flexible y abierta, basada precisamente en ese intercambio de experiencias y aprendizaje colectivo.
¿A quién va dirigido vuestro proyecto?
–Somos una comunidad en la que puede participar cualquier persona, entidad o colectivo interesado en impulsar la educación a cielo abierto y en contacto con la naturaleza. Desde su puesta en marcha son más de 550 personas de 13 países diferentes las que se han adherido a la comunidad y participan en ella a diferentes niveles. Educadoras, centros educativos y universidades, fundaciones, ongs, equipamientos de educación ambiental, familias, periodistas, etc.
¿Y qué significa para vosotros “educar a cielo abierto”?
–Es, en primer lugar, educar en la realidad y en el contexto cercano en el que vivimos y crecemos, especialmente en contacto con la naturaleza cercana que está en todas partes, incluso en el ámbito urbano. Es acompañar un aprendizaje vivencial, activo y experiencial que ayuda a establecer un vínculo emocional con la naturaleza que somos y de la que formamos parte. Es favorecer la salud, el bienestar físico y psíquico, el aprendizaje y, desde ahí, el cuidado a todos los niveles, de uno mismo, de los otros y del planeta que compartimos con otros muchos seres vivos.
¿Qué aporta este tipo de educación a los más pequeños?
–Biológicamente todo ser humano es naturaleza y además eco-dependiente, somos seres biofílicos, con un amor congénito por lo natural, como ya destacaron Erich Fromm y Edward O. Wilson. Pese al gran alejamiento de gran parte de la sociedad de la naturaleza, es imprescindible para sobrevivir y cubrir nuestras necesidades más básicas. Los beneficios del contacto directo con ella son múltiples y abarcan todas las dimensiones de la persona a nivel físico, emocional, cognitivo y social.
- Desde el punto de vista físico crecer en contacto con la naturaleza mejora la integración sensorial y el desarrollo psicomotor. Además, disminuye la obesidad y la miopía, mejora el sistema inmunitario, incrementa la vitalidad y reduce los trastornos del sueño y la aparición de problemas respiratorios, como han comprobado en sus estudios los psicólogos ambientales Silvia Collado y José Antonio Corraliza. Existen estudios que demuestran que existe una relación directa entre la residencia en áreas y barrios más verdes y la disminución de las tasas de mortalidad y enfermedad. De hecho aumentan cada día los psicólogos, pediatras y médicos que recetan naturaleza de forma frecuente.
- Desde el punto de vista psicoemocional el contacto con espacios naturales favorecer el desarrollo del autoconocimiento, mejora la autoestima y la conexión con uno mismo y con los otros, reduciendo los niveles de estrés, la hiperactividad y los trastornos por déficit de atención.
- En lo que respecta al desarrollo cognitivo, el contacto frecuente con la naturaleza aumenta la capacidad de concentración, la expresión y la creatividad y mantiene despiertas la curiosidad y el asombro, motores esenciales para asegurar la motivación y las ganas de aprender.
El pasado 23 de mayo celebrasteis vuestro primer encuentro presencial, Raíces y Alas. ¿Cómo surgió esta jornada?
–Existía ya una necesidad grande de encontrarnos de forma física, de desvirtualizarnos, de mirarnos directamente a los ojos, de sentirnos y disfrutarnos en la distancia corta y queríamos acercar además a la comunidad a más gente y de forma más directa. Así surgió, desde el grupo de formación y acompañamiento, la idea de generar este primer encuentro presencial enmarcado también dentro de la iniciativa del Mes de la Educación a Cielo Abierto con la que, en colaboración con otras entidades, animamos a salir fuera, a abrir puertas y aprender y disfrutar en la naturaleza.

Disfrutar de la naturaleza en plena ciudad…
–Así es. De hecho, escogimos el entorno de la Dehesa de la Villa, en Madrid, porque buscábamos un punto medio al que fuera fácil llegar desde diferentes puntos de España, además nos interesaba visibilizar que en la ciudad también es posible educar en la naturaleza pues está más cerca de lo que parece, y llevar la iniciativa a un público que aún no la conociera.
¿Qué tal acogida tuvo el evento?
–Coincidimos en el encuentro unas 50 personas a las que se unieron varias personas que pasaban por el entorno y a las que se invitó a participar. Una cosa que nos llamó especialmente la atención fue que las personas de Madrid fuimos minoría, llegando educadoras y educadores desde Huesca, Valladolid, Sevilla, Málaga, Ávila, Segovia, Granada, Guadalajara… Lo que da idea de la necesidad de encontrarnos presencialmente pese a la distancia.
¿Con qué aprendizajes os quedáis de esta primera jornada presencial?
–Dentro de los objetivos del encuentro queríamos presentar la comunidad a quienes no la conocían y también que personas que forman parte de ella y que no se conocían físicamente pudieran conectar y conocerse mejor. Esto lo hicimos a través de juegos, dinámicas y una serie de micro talleres preparados por algunas de las personas que forman parte de la comunidad para reforzar vínculos entre las personas que formamos parte y conocer lo que cada uno hace en su ámbito para impulsar la educación a cielo abierto.
¿Cómo se puede participar en el proyecto A Cielo Abierto?
–Un primer paso es adherirse para mantenerse informada/o de lo que todo lo que hacemos y recibir información periódica para lo que se debe rellenar el formulario de adhesión al grupo. Una vez dado este paso, el siguiente es, si se quiere participar de forma más activa, unirse a alguno de los Grupos de Cocreación que se reúnen periódicamente y generan diferentes propuestas.

¿Qué le dirías a todas las personas que están leyendo este artículo y que les ‘pica el gusanillo’ de probar la educación “a cielo abierto”?
–Les diría en primer lugar que es urgente y necesario que demos el paso, que perdamos el miedo al salir, que las niñas y niños, nuestros adolescentes y nosotras mismas tenemos el derecho a educarnos en contacto con la naturaleza y el deber de cuidarnos y cuidarla. Necesitamos que cada vez seamos más los que pasemos a la práctica, que “contagiemos” esta forma de educar y de vivir. Y, por supuesto, que no están solas/os, que cuentan con una comunidad a la que acudir para tener un apoyo emocional y para aprender cómo hacer realidad una educación cercana y respetuosa con la naturaleza que somos.



