Enseñar la cultura de África, más allá del aula, desde Primaria
Javier Ibáñez Iborra, uno de los creadores del proyecto "África, derechos humanos y ciudadanía global desde Primaria", durante su discurso al recoger la Peonza de Oro del Premio Espiral 2024.
Educar a estudiantes de Primaria en la cultura y la historia de África llevando la educación más allá del aula gracias a la tecnología.
Así podría definirse el proyecto que lideran Javier Ibáñez Iborra y Nerea Ibáñez Martínez en el CEIP Marqués de la Real Defensa de Tafalla, Navarra. Una propuesta educativa basada en el Aprendizaje-Servicio que ha convertido la realidad africana y la justicia global en el centro del aprendizaje de un grupo de estudiantes de Primaria.
Bajo el lema “Conocimiento con compromiso”, África, derechos humanos y ciudadanía global desde Primaria apuesta por una educación con propósito que combina el pensamiento crítico, la acción social, la tecnología con sentido y una fuerte dimensión emocional y humana.
A través del contacto con personas de más de 27 países, de la exploración de la cultura y del uso de las redes sociales como espacios de expresión y conexión, el aprendizaje de los estudiantes va mucho más allá del aula. Se trata de una experiencia que, además de enseñar contenidos, busca formar ciudadanos globales comprometidos con la justicia, la sostenibilidad y la diversidad.
En esta Entrevista Magisterio, Javier Ibáñez, uno de sus creadores, profundiza en los detalles que convirtieron a este proyecto en el ganador de la Peonza de Oro en la categoría Cooperación del Premio Internacional Espiral 2024.
¿Cómo surgió la idea de tu proyecto mencionado? ¿Qué te inspiró a desarrollarlo?
–Realizar un proyecto sobre África era algo que tenía pensado desde hacía muchos años, cuando todavía era director del colegio. África es la gran desconocida, con el agravante de que está a tan solo 14 kilómetros de la península. Parte de España es África y nuestras clases no paran de enriquecerse con alumnado africano o afrodescendiente. El hecho de que, ante esta realidad, sigamos de espaldas a África, su historia, su cultura, su potencial y su gente, es algo inconcebible.
Tras ocho años como director del colegio y a tres de mi jubilación, tenía claro que no quería terminar mi carrera docente en un despacho, y conseguí dejar el cargo para ser tutor —desde 4.º hasta 6.º— del grupo que se convirtió en “La clase que va a cambiar el mundo”.
En el primer curso (2019-2020) realizamos el proyecto Pótamos Zidakos sobre las mayores inundaciones sufridas en la localidad en los últimos 80 años. En 5.º, a pesar de las restricciones de la pandemia, desarrollamos los proyectos de Brigada Ortográfica Tafalla y ConSUMO a/conCIENCIA. Por lo que al llegar a 6.º de Educación Primaria los alumnos estaban habituados a trabajar con esta metodología.
¿Cómo estructuraste el proyecto desde su concepción hasta su implementación en el aula?
–Tener claro el tema del proyecto a desarrollar me permitió acumular gran cantidad de información en los años previos (apuntaba todo lo que oía en televisión y radio, acudía a charlas e incluso mantuve reuniones con asociaciones y ONGD). El alumnado, que siempre es el centro, tenía que comenzar documentándose sobre múltiples aspectos tanto sobre África en general como sobre personas y problemáticas concretas.
Obviamente, no se puede (no se debe) echar al alumnado a la vorágine de la «Internet ignota», pues sus intentos de navegar por ella se convertirán en baldíos y el naufragio está asegurado.
En los meses previos al inicio del curso realicé una extensa labor de búsqueda y recopilación de información para plasmarla en la web. De esta manera, la navegación del alumnado se realizaría en aguas controladas, pero se mantendría toda la parte del esfuerzo a realizar para acceder a la información en diferentes soportes, trabajando la alfabetización digital y la lectura en multiformato.
Así, la mayor parte de los recursos educativos se encuentran recogidos en la web del proyecto con el objetivo de ofrecer al alumnado una selección de enlaces a contenidos, noticias, artículos… y, muy importante, a las 41 charlas TED de personas africanas o afrodescendientes referentes en algún campo de la vida (activismo político, social, medioambiental, cultural, deporte…), dignas de conocer, admirar y seguir y que complementa la bibliografía adquirida para el proyecto.
El punto de partida del primer día del proyecto fue África. Mi historia. Los alumnos se enfrentaron a una hoja en blanco donde debían escribir todo lo que supieran sobre el origen, historia, pueblos y naturaleza de África. También se les pidió que describieran cómo creían que sería un día en la vida de un niño o una niña de 11 años allí. Por último, se les preguntó sobre la migración, qué opinaban sobre ella, qué motivos la podía producir y cómo sería la travesía.
La nota: un 10. Como se trataba de plasmar en el papel sus conocimientos, les comenté que ya tenían un diez. Y así lo hice: tras revisar la ortografía se calificó con un 10 a cada trabajo . Así, iniciamos el proyecto África. Mil historias con la primera historia, la nuestra, la personal. A partir de ahí, ¡a por las 999 siguientes!
¿Qué recursos y herramientas utilizaste durante el proceso de desarrollo?
–La web del proyecto se ha convertido en la fuente de información y en el reflejo de las actuaciones realizadas y la repercusión obtenida, pero de lo que más orgulloso estoy es del cuaderno de campo, en el que el alumnado apuntaba y recogía el aprendizaje personal a lo largo del curso y sus descubrimientos a través de las charlas, encuentros, enlaces, artículos y mensajes recibidos.
El Gobierno de Navarra aporta un Chromebook personal al alumnado, herramienta que ha agilizado diferentes procesos y permitido una mayor adecuación a cada ritmo personal. Con el dispositivo hemos utilizado la suite de Google para crear carteles, presentaciones, formularios, hojas de cálculo, hacer videollamadas y escribir cartas. Cartas para reconocer el trabajo bien hecho, hacer preguntas, ofrecernos a colaborar o denunciar aquello que consideramos que vulnera los derechos humanos o va contra los ODS.
Hemos llegado a enviar 74 cartas (por correo electrónico), ¡recibiendo 51 respuestas de 27 países! Cartas enviadas a 27 personas referentes africanas o afrodescendientes, a 12 organizaciones y administraciones locales, nacionales, internacionales y mundiales, a 18 embajadas de países africanos en España, y a 17 destinos más dentro de las actuaciones de #CacaoEsclavitud y #MóvilesDeSangre.
También hemos utilizado recursos como los medios de comunicación (tanto para acceder a la información como para difundir nuestras campañas, escribirles cartas con propuestas, etc.), las páginas webs de entidades y ONGD, las redes sociales (reconociendo sus peligros, pero aprovechando su potencial globalizador), bibliografía, cartones de reciclaje para los murales y carteles y hasta un mapa de África de 1959.
Todo lo anterior se complementa con los numerosos encuentros realizados y el broche de oro con la Fiesta de convivencia intercultural, pues el proyecto no podía estar completo sin traspasar las puertas de la Escuela y llegar al resto de la población.
¿Cómo te ayudó la rúbrica del Premio Espiral a mejorar o guiar tu proyecto?
–Las rúbricas son fundamentales porque sitúan y orientan a los alumnos en qué es lo nuclear de los contenidos y qué objetivos se plantean, por lo que se convierten en una gran ayuda a la hora de presentarse a un premio y permite centrarte en lo que la convocatoria busca y da más valor.
¿Hubo algún aspecto que te resultara particularmente desafiante o motivador?
–Después de trabajar tres cursos consecutivos con el mismo grupo de alumnos en proyectos ecosociales, de aprendizaje servicio y cooperativos, me encantó la sincronía con la rúbrica en la relevancia que se daba al protagonismo del alumnado.
¿En qué consiste exactamente tu proyecto? Describe sus objetivos y metodologías.
–África. Mil historias es el proyecto interdisciplinar de la clase de sexto de Educación Primaria del Colegio Público de Tafalla (Navarra) con el objetivo de que el alumnado conozca lo más relevante del continente con una visión positiva y optimista de África, huyendo de la historia única y los estereotipos, a través de las historias y el potencial de sus países y del conocimiento e interrelación con personas africanas y afrodescendientes referentes en sus ámbitos de vida.
Hemos buscado darles herramientas que les sirvan para desarrollar su proyecto de vida personal, social y profesional de manera satisfactoria.
Se han trabajado situaciones y problemas que les han hecho buscar soluciones reales a problemas reales: el extractivismo, los niños soldados, el matrimonio infantil, la mutilación genital femenina, la explotación infantil, los derechos humanos, el cambio climático, los ODS…
La premisa de «conocimiento con compromiso» ha desarrollado en los estudiantes una actitud responsable al conocer la degradación del medioambiente. Han tomado conciencia de su responsabilidad como personas consumidoras, conociendo que las decisiones de compra que toman a nivel local tienen una repercusión global en la degradación de ese medioambiente.
Apostar por un consumo responsable que evite las condiciones de injusticia social en los países productores, juzgando críticamente las necesidades reales que tenemos, desligándolas de modas, precios o campañas publicitarias (compra compulsiva de móviles y el coltán del Congo, la esclavitud en Costa de Marfil para producir cacao, la deforestación de la selva, las repercusiones en la población ante la pesca extractivista, las minas ilegales, etc.)…
Todo ello, aportando una visión sistémica en una educación ecosocial para la ciudadanía global y una preocupación real ante el cambio climático y sus terribles consecuencias a nivel mundial: el norte es el que más contamina, pero es el sur el que más sufre las consecuencias (sequías, inundaciones, elevación del nivel del mar, aumento de la temperatura…), lo que les obliga a migrar.
Desarrollar un espíritu crítico que sea capaz de detectar situaciones de inequidad y exclusión a partir de la comprensión, por ejemplo, de la problemática de monocultivos, las harinas de pescado en Gambia, Senegal sin pesca tradicional…
Hemos conocido el potencial de África y sus gentes desde un punto de vista positivo y optimista, pero sin cerrar los ojos y desarrollando un espíritu crítico, empático y proactivo ante las injusticias y la vulneración de los derechos fundamentales, intentando comprender el origen de las mismas (los países africanos no son pobres, pero los hemos empobrecido).
También, como otro baluarte del proyecto, frente a los comentarios de que este alumnado es «nativo digital» y que no se le puede enseñar nada de nuevas tecnologías y esa visión peyorativa sobre las redes sociales de que «aíslan a la juventud», este proyecto responde con el derecho que el alumnado tiene a ser educado convenientemente en la cultura de la era digital: necesitan que les enseñemos sobre el uso de la tecnología, evaluando sus beneficios y sus riesgos y haciendo un uso ético, responsable y sostenible que contribuya a la mejora de la calidad de vida personal y colectiva.
Además, las redes sociales pueden ayudar a alumnado con timidez, con problemas a la hora de expresarse, con falta de autoestima y confianza.
En resumen: aportarles las destrezas necesarias para utilizar las Tecnologías de la Información y la Comunicación como Tecnologías del Aprendizaje y el Conocimiento y explotar el potencial de las redes sociales para ponerse en contacto e interactuar con personas, instituciones y organizaciones de todo el mundo y comprometerse con los derechos humanos.
Además, al conocer sociedades tan distintas y ricas y haber tenido contacto directo con personas de 27 países, les es mucho más fácil sentirse parte de sociedades abiertas y cambiantes, valorando la diversidad personal y cultural como fuente de riqueza e interesándose por otras lenguas y culturas: sorprenderse con la existencia de Nollywood, la riqueza musical de la rumba congoleña, el bongo flava o la percusión femenina, disfrutar de la pléyade de escritores y escritoras africanas, saber que en África hay ¡más de 2000 lenguas!…
En definitiva, maravillarse con la diversidad y sentirse parte de un proyecto colectivo, tanto en el ámbito local como en el global, desarrollando empatía y generosidad.
Trabajar de esta manera, con metodologías de Aprendizaje Basado en Proyectos, con gran carga de aprendizaje servicio y colaborativo, con un enfoque ecosocial y competencial y con técnicas de trabajo cooperativo, nos ha permitido desarrollar, de forma práctica y en entornos reales, las diferentes competencias, implicarse en la defensa de los derechos humanos (en los derechos de la infancia y la perspectiva de género muy especialmente) y vincular los diferentes apartados del proyecto con los 17 ODS.
Todas las habilidades desarrolladas en este proyecto les van a permitir seguir aprendiendo a lo largo de su vida, pues la meta no es la mera adquisición de contenidos, sino aprender a utilizarlos para solucionar necesidades presentes y futuras de su vida.

¿De qué manera tu proyecto pone al alumno en el centro y promueve su participación activa?
–Tiene la experiencia de los años anteriores y sabe que está creando el proyecto día a día. Es él quien investiga, lee, interpreta, asimila, discute y confronta en equipo y comienza a desarrollar el proyecto, sintiéndose responsable, mejorando su autoconfianza y desarrollando el sentimiento de pertenencia al grupo.
Han participado en exposiciones orales al resto de clases y fuera de la escuela, con la creación de paneles, redacción de cartas, atender a medios de comunicación, explicación de contenidos entre iguales… También hay que destacar la aportación de los conocimientos y habilidades particulares al trabajo grupal: alumnado que podía tener un bajo rendimiento académico destacaba por su creatividad o por su sensibilidad a la hora de redactar las cartas.
Teníamos sesiones de TaiChi para ayudar a trabajar la reflexión y la educación de las emociones y talleres de estrategias para la gestión de conflictos.
La información se presentaba en diferentes formatos, plataformas y soportes y el alumnado la transformaba en conocimiento utilizable. Uno de los casos más notorios ha sido el de los mapas conceptuales con la técnica de visual thinking.
La participación activa es fundamental para hacer suyo el proyecto y, con él, el aprendizaje. Y, con ello, empatizar con la problemática trabajada, con las situaciones de injusticia e inequidad, etc. Y así es: cuando se diseñan este tipo de proyectos se pueden tener muchas ideas de lo que se quiere conseguir, pero es su propio desarrollo el que hace camino al andar.
En nuestro caso, al diseñar el proyecto no conocíamos la realidad del cacao en Costa de Marfil o la magnitud del coltán en la República Democrática del Congo, igual que no sabíamos la relación que íbamos a crear con activistas contra el matrimonio infantil y la MGF, escritores, artistas, etc. Y son esos momentos y esas decisiones, tomadas en muchas ocasiones por el alumnado, las que van orientando el proyecto según sus intereses o sus preocupaciones.
¿Qué cambios observaste en tu alumnado durante y después de la implementación del proyecto?
–Trabajar con un grupo que se define a sí mismo como «la clase que va a cambiar el mundo» ya da una idea del nivel de los cambios que se pueden conseguir. Es una clase motivada, comprometida y acostumbrada al trabajo cooperativo, que tiene asumida una forma diferente de estudiar y de relacionarse con el entorno cercano y global.
Y así ha sido: desde la propuesta inicial del tema hasta los últimos días (incluso años después y durante el resto de sus vidas) los niños y niñas se han convertido en agentes transformadores de cambio desde el conocimiento de los ODS, los Derechos Humanos, de la historia y realidades de África y sus gentes y su posicionamiento activo ante las injusticias como parte de una ciudadanía global y solidaria y con su compromiso con la lucha antirracista, las desigualdades de género, el empobrecimiento de los países del sur global, el extractivismo, las consecuencias del cambio climático y apostar por un desarrollo humano y sostenible.
Se han cuestionado, una y otra vez, los problemas de la vida en general, pero también los que implican sus decisiones personales: compra de productos exóticos, compra compulsiva de móviles y tecnología, visión de la figura del migrante…
Ha sido el alumnado quien ha afrontado esa problemática y se ha comprometido con esas injusticias: desde el conocimiento al compromiso de darlas a conocer y actuar en consecuencia para luchar contra ellas.
Hacer del aprendizaje servicio un objetivo en sí mismo, aprender entre iguales, utilizar de manera autónoma y crítica las tecnologías y redes sociales, así como el integrar todo el proyecto en una web tan extensa como interesante, ha permitido al alumnado llegar a instituciones y organismos oficiales y también a personas tan cercanas y entrañables como relevantes y con quienes han llegado a contactar de tal manera que no solo son parte del proyecto sino también de sus vidas.
¿Cómo crees que tu proyecto ha influido en el desarrollo personal y académico de tu alumnado?
–Los datos de evaluación final y externa han sido excelentes, la valoración del alumnado y sus familias altamente positiva, los comentarios de personas externas y premios recibidos son de alabar el trabajo realizado y animar a seguir en esa línea. Pero, sobre todo, el mayor logro ha sido el humano, la parte afectiva.
No tengo ninguna duda de que, dentro de 30 años, estos chicos y chicas seguirán acordándose de África y sus historias, pues los contenidos adquiridos han sido significativos, los han hecho parte de su vida, y se han comprometido activamente con causas que han considerado injustas.
Cómo no va a ser así si, por ejemplo, tras conocer la vida e historia de Memory Banda, ella misma, además de pedirles que la llamaran Mem, les explicó cómo a su hermana la casaron con 11 años y embarazada. O la relación creada con Khadija Gbla (nacida en Sierra Leona, exiliada en Gambia y acogida en Australia, activista mundial contra la Mutilación Genital Femenina), quien contestó a la carta de la clase respondiendo a todas sus preguntas y reconociendo que ni siquiera las personas adultas le habían hecho preguntas tan interesantes.
Y qué contar de la reacción de los chicos y chicas tras ver el documental de La2 El lado oscuro del chocolate y descubrir la realidad de las plantaciones ilegales de cacao en Costa de Marfil, donde existe la esclavitud infantil. La clase escribió al director del documental, Paul Moreira, afincado en París, y este contestó a sus preguntas y les propuso que escribieran a empresas chocolateras y a la Primera Dama de Costa de Marfil, que les pidieran el fin de la esclavitud y del trabajo infantil, y que solo compraran chocolate de producción responsable.
Y lo hicieron: escribieron a empresas chocolateras para decirles que no comerían sus productos si no eran de cacao de producción responsable, pues no querían ser cómplices de esclavizar niños como ellos.
Y, como siempre decimos, «al trabajar por proyectos los astros se alinean». Una compañera de Teachers nos habló de la campaña «MOVILízate por la Selva», del Instituto Jane Goodall, que promueve recoger móviles viejos para reutilizar su coltán para fabricar móviles nuevos sin necesidad de comprar coltán de zonas de conflicto.
Estos chicos y chicas no sienten a las instituciones y organismos oficiales como algo ajeno. ¿Cómo las van a percibir como algo lejano si conocen su funcionamiento, les han escrito con propuestas y han recibido respuestas hasta de la ONU?
Considero que lo más importante de este proyecto no han sido los contenidos y conocimientos que han adquirido, sino la madurez que han conseguido, la capacidad de enfrentarse a problemas y conflictos, el descubrir el funcionamiento de instituciones, el acercarse a las personas referentes, el sentirse parte de su propio aprendizaje y hacerse mejores personas.
En definitiva, haber alcanzado la meta que se buscaba desde el principio: dotar al alumnado de herramientas que le sirvan para desarrollar su proyecto de vida personal, social y profesional de manera satisfactoria.
¿Cómo viviste la experiencia de recibir la mención en la gala del Premio Espiral?
–A pesar de que el proyecto ya había recibido un reconocimiento autonómico (Premio Navarra de Colores) y tres premios nacionales (SIMO Educación, Aprendizaje y Servicio y el Vicente Ferrer), se sigue disfrutando como el primero.
Yo siempre digo que los premios en sí no son lo importante, no son nuestro objetivo, pero, a su vez, tienen un valor incalculable, pues están reconociendo tu forma de trabajar como excelente. Al desarrollar este tipo de metodologías en clase, las familias confían en tu propuesta, pero cuando ven un reconocimiento externo de esta magnitud, es un auténtico respaldo a ese apoyo inicial que otorgaron.
¿Qué emociones y recuerdos te llevas de ese día?
–Este ha sido el primer premio al que acudía sin saberse quién había ganado y, ante la calidad del resto de participantes, ya me sentía premiado solo con compartir escenario. Ganar la Peonza de Oro fue muy emocionante y, aunque no pudo venir el alumnado participante (ya estaban en la ESO), disfruté de la compañía de mi familia, a quien siempre hay que agradecer su apoyo, pues es quien sufre los excesos de horas de trabajo.
Al momento compartí por redes fotos y emociones con las familias de los chicos y chicas de la clase y aproveché para dedicarles el premio internacional, ya que, sin su apoyo incondicional a esta forma de trabajar, el camino y el resultado final no hubieran sido los mismos.
¿De qué manera ha impactado esta mención en tu práctica educativa diaria?
–Este premio ha sido un reconocimiento más a este macroproyecto, lo que aporta una gran satisfacción por el trabajo bien hecho. Esta forma de trabajar puede ser más costosa, pero la gratificación recibida, sobre todo, por parte del alumnado y sus familias no tiene precio y si, además, a eso se suman premios tan prestigiosos como la Peonza de Oro del Premio Espiral Internacional, el convencimiento de que este era el camino correcto no deja lugar a dudas.
¿Has tenido la oportunidad de compartir tu proyecto con otros docentes o instituciones? ¿Cómo ha sido esa experiencia?
–La repercusión mediática y los numerosos premios obtenidos han desencadenado una continua demanda para compartir el proyecto en congresos (Teachers For Future Spain en Madrid, Málaga y Pamplona), Encuentros de Centros Innovadores (en Pamplona, Logroño, Zaragoza y Barcelona), seminario en Valencia o charlas en Madrid, Bilbao, San Sebastián y Murcia.
En todos esos actos la respuesta ha sido unánime de reconocimiento al trabajo realizado y gran valoración al grado de implicación del alumnado y al alto nivel de los resultados obtenidos.
¿Qué importancia tiene la innovación educativa para ti y cómo la aplicas en tu trabajo diario?
–Comparto plenamente la visión de Pere Marquès en cuanto a las claves del éxito para una innovación eficaz, eficiente y continuada con sus cuatro ejes de la innovación: qué enseñar, cómo enseñar, la personalización y la integración de los recursos.
No es cuestión de utilizar la última metodología porque “está de moda” o porque “la utilizan en la clase de al lado”: si al utilizar una metodología que no controlas o que no es adecuada para tu alumnado, no mejoran sus resultados (en el plano académico y personal) no estás innovando.
Nuestro objetivo último debe ser la mejora de los procesos de enseñanza y aprendizaje y en la formación, desarrollo personal y rendimiento académico del alumnado: eso es innovar. Innovar es mejorar. Si hay mejora, hay innovación y nuestra obligación es mejorar cada día y, por tanto, utilizar aquellas metodologías que ayuden a nuestro alumnado a aprender a aprender (a informarse, ser críticos, aprehender y ser capaces de transmitir y, muy importante, actuar en consecuencia).
Y como partimos de que no todo el alumnado aprende de la misma manera, que no hay una sola metodología idónea ni una única forma óptima de evaluar, veo fundamental el fomentar la multiafabetización y la lectura y expresión en multiformatos, visibilizando el proceso con los pasos a seguir, con los recursos necesarios, planificar las tareas, revisarlas y hacer ajustes al proceso.
¿Tienes planes de desarrollar nuevos proyectos en el futuro? Si es así, ¿puedes adelantarnos algo sobre ellos?
–Como decía al principio, estoy jubilado, pero sigo completamente vinculado al mundo de la educación ecosocial a través de la colaboración en Teachers For Future Spain y, por supuesto, sigo impartiendo charlas allá donde me llamen.
¿Qué consejo le darías a otros docentes que desean participar en el Premio Espiral Internacional?
–En primer lugar, que se animen a presentar su buena práctica. En muchas ocasiones he visto proyectos maravillosos que el profesorado nunca se había planteado presentar a un premio. Se trabaja mucho y bien en los colegios, pero se enseña poco de lo que se hace, y eso es una pena porque hay proyectos que pueden ser auténtica inspiración para el resto del profesorado.
Tenemos que creernos la calidad que hay en la docencia y poner en valor la importancia de compartir conocimientos. En última instancia, no deja de ser un acto de generosidad el hecho de compartir con el mundo tu trabajo, tus vivencias, el camino que has llevado hasta conseguir los resultados.
Y, una vez que se hayan animado a presentar y compartir su trabajo, que se interesen por los proyectos ganadores de otras ediciones y que tengan muy en cuenta la rúbrica del premio, pues les guiará paso a paso para describir la memoria a presentar.
¿Qué crees que es lo más importante para desarrollar un proyecto educativo innovador y exitoso?
–Centrarse en el alumnado, el objetivo principal siempre tiene que ser el de involucrar al alumnado en su propio aprendizaje: que aprenda a pensar por sí mismo, que se enfrente a la vida con problemas reales de la vida; formar personas con iniciativa, con espíritu crítico, colaborador y solidario y con el respeto por bandera.
Y todo eso desde un concepto de educación como herramienta de cohesión y de cambio social, de inclusión, excelencia y equidad: aprender en la vida, de la vida y para la vida, para aportar a la sociedad lo mejor que puedan como las mejores personas y profesionales que puedan llegar a ser.
