La estigmatización de jóvenes migrantes que llegan a España

Ser joven y migrante en España plantea una desigualdad de partida a la que se añaden otros obstáculos, una doble carga: las barreras estructurales que afectan a toda la juventud –precariedad laboral, dificultades de emancipación, problemas de salud mental– y las derivadas de su origen: racismo, estigmas, discriminación institucional y trabas administrativas.
MagisterioMartes, 12 de August de 2025
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En España, el 16,6 % de la población joven ha nacido en otro país: más de 1,2 millones de personas entre 15 y 29 años, según el INE. El porcentaje aumenta hasta el 30 % en algunas grandes ciudades. ADOBE STOCK

Ser joven en España no es fácil. La precariedad laboral, la falta de expectativas de futuro, los problemas de salud mental o la dificultad para emanciparse afectan a toda una generación. Pero ser joven migrante es aún más difícil: a todo lo anterior se suman barreras administrativas para acceder a la educación o al empleo, prejuicios por el origen, estereotipos vinculados al aspecto, el nombre o el acento, obstáculos para acceder a una vivienda digna o a la nacionalidad, e incluso estigmas sociales derivados de haber sido menor no acompañado o de haber pasado por procesos largos y excluyentes de regularización.

Según el Observatorio de la Juventud en España (Juventud en Cifras. Población 2024), el 16,6 % de la población joven (15–29 años) ha nacido en otro país. Es decir, más de 1.269.000 jóvenes que viven, estudian, trabajan y forman parte del tejido social, económico y cultural del país. A pesar de ello, muchas y muchos siguen afrontando dificultades añadidas para sentirse plenamente parte de la sociedad. La precariedad laboral de sus familias, los procesos administrativos complejos o los prejuicios cotidianos suponen un freno a sus aspiraciones y bienestar.

Así lo relata Gema Valarezo, de 22 años, hija de padres ecuatorianos nacida en Madrid: “La principal dificultad ha sido el tema laboral y económico. Mis padres siempre han tenido trabajos en sectores como la construcción y la limpieza y he visto de primera mano cómo han sido trabajos muy duros, mal pagados y con la mala suerte de que en su caso han tenido muchos periodos de desempleo que complicaban aún más la situación económica. Salir adelante ha sido complicado y he visto como casi tiran la toalla”.

También Omar Serruc, de 22 años y de origen marroquí, señala cómo esa desigualdad se traduce en una presión añadida en el ámbito educativo: “Yo tengo un expediente académico bastante dilatado, he estudiado prácticamente toda mi vida y lo he notado. En la universidad tengo que hacer el triple que mis compañeros para sacar la misma nota que ellos, o argumentar y defender mis posiciones el triple de bien para que me tengan en consideración. Y es algo que ni se negocia. A mí incluso me han llegado a decir que cuando me vieron por primera vez en la universidad se pensaban que era alguien que estaba por ahí de paso y que estaba de jajas y ya está”.

En los últimos meses, algunos municipios han sido escenario de tensiones en torno a la convivencia, como ha ocurrido en Torre Pacheco (Murcia), donde la presencia de población migrante ha sido instrumentalizada por discursos que buscan fomentar el miedo y la división. Este tipo de episodios ponen de manifiesto que los prejuicios no son solo ideas, sino que pueden traducirse en rechazo social, estigmatización y conflictividad. Recordar la importancia de una sociedad diversa, cohesionada y basada en el respeto mutuo es hoy más necesario que nunca.

“La juventud migrante forma parte del presente de nuestro país. No se trata soo  de incluirla, sino de reconocerla plenamente y garantizar su igualdad real de derechos y oportunidades”, afirma Beatriz Martín Padura, directora general de Fad Juventud. “Es urgente reforzar una cultura de convivencia, especialmente en un momento en el que los discursos excluyentes tratan de ganar terreno entre las personas más jóvenes”.

Racismo y discursos excluyentes: una realidad persistente

El 75 % de los y las jóvenes españoles no muestra actitudes o comportamientos racistas, pero un 25 % sí expresa opiniones claramente discriminatorias. Algunas de las afirmaciones con las que este grupo se muestra más de acuerdo son: “las personas inmigrantes nos quitan el trabajo” y “las personas inmigrantes deben abandonar aquellas costumbres que entren en conflicto con los estilos de vida del resto”. Solo el 57,2 % acepta que personas pertenecientes a minorías discriminadas ocupen cargos públicos como una alcaldía. Además, el 40,3 % considera que la “falta de adaptación” de las personas migrantes es la principal causa del racismo, responsabilizando así a las víctimas.

Una percepción que, como explica Omar, se traduce en tener que esforzarse continuamente para ser aceptado, incluso en los gestos más cotidianos: “Yo desde pequeño estoy acostumbrado a que, para que me tengan en cuenta, tener que sacar siete sobresalientes. Para que me tengan en cuenta, levantarme en el metro y dejar sentarse a la señora mayor incluso antes de que haya entrado en el vagón. Para que me tengan en cuenta, cambiarme de acera para que la señora mayor no se sienta incómoda. Es como si siempre tuviera que hacer más para ser aceptado”.

Esa exigencia constante de demostrar más adopta formas distintas según la trayectoria de cada persona. María Alejandra Ospina, de 28 años, nacida en Cali (Colombia) y residente en Madrid desde hace cinco años, lo expresa así: “Creo que las mujeres latinas tenemos que demostrar en todos los ámbitos de nuestra vida una excelencia que no se le exige a los hombres. He vivido situaciones de discriminación y racismo, pero sobre todo me he sentido más atravesada por el hecho de ser mujer que por mi origen. En el ámbito corporativo, la exigencia constante pesa mucho”.

Odio y discriminación en redes sociales

Las redes sociales se han convertido en uno de los principales escenarios para la difusión del discurso de odio. Prácticamente la mitad de los y las jóvenes (49,8 %) ha presenciado burlas o insultos racistas en entornos digitales. Este tipo de expresiones forman parte de una violencia simbólica que, a través del lenguaje, refuerza estereotipos, amplifica prejuicios y alimenta un clima social que legitima la discriminación.

Además, el 60,4% de los y las jóvenes culpa a ciertos medios de comunicación por la imagen que proyectan de la inmigración, y un 49,7% señala a los partidos de extrema derecha como responsables de la propagación de discursos xenófobos. La desinformación, las noticias falsas y la manipulación en redes se han convertido en un caldo de cultivo para estos mensajes excluyentes, especialmente dirigidos a los y las más jóvenes.

“Hay actualmente en el mundo un discurso de odio muy peligroso en contra de los migrantes. Habría que recordar a la sociedad que migrar es la actividad humana más antigua del mundo, que nadie viene 100 % de un solo sitio, y desde luego creo que habría que ponerle un freno a los bots ultraderechistas de las redes sociales que esparcen fake news y discursos de odio”, declara María Alejandra.

Según el Ministerio del Interior, en 2023 se registraron 2.268 incidentes y delitos de odio en España, de los cuales 856 (el 37,4 %) estuvieron motivados por el racismo o la xenofobia. En 2024, esta cifra se redujo un 13,8 %, situándose en 1.955 infracciones  penales e incidentes de odio investigados por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Sin embargo, y a pesar de estos datos, existe una gran cifra oculta por infradenuncia. Solo una de cada 10 víctimas denuncia.

Un mensaje claro

Más allá de las cifras y los discursos, la juventud reclama algo tan básico como ser tratada como personas con trayectorias y proyectos propios, sin quedar encasillada bajo estereotipos o etiquetas. En palabras de Omar: “Estoy acostumbrado a que me vean como un representante de una minoría. Eso me afecta porque no me deja ser una persona individual con intereses e inquietudes distintas a las de cualquier otra persona. La convivencia mejoraría si se nos considerara como personas individuales, no como modelos de una minoría”.

Una idea que comparte Gema Valarezo, al recordar que “que dejen de englobar a todos los migrantes. No son solo cifras, no son un problema y tampoco son solo mano de obra. Son personas individuales que han decidido ir a otro país a buscar una vida con mejores condiciones. Debemos entender que cada persona tiene una historia detrás y que su origen no es lo único que la define”.

Desde Fad Juventud se subraya que responder a esta petición pasa por reconocer la diversidad de trayectorias juveniles y reforzar una cultura de paz que destierre prejuicios y garantice la igualdad real de derechos y oportunidades, apostando por una educación intercultural, la prevención del discurso de odio y la eliminación de barreras administrativas. Además, resulta clave fortalecer el acompañamiento psicosocial y jurídico a quienes sufren discriminación y asegurar la participación real de la juventud en los espacios de decisión.

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