Una ola de jóvenes para una Iglesia nueva: del aula al Jubileo de Roma

Hace veinticinco años, más de dos millones de jóvenes se reunieron en Tor Vergata con Juan Pablo II. Muchos de los que hoy acompañan grupos de jóvenes o educan en la fe, estaban allí. Fue mucho más que un evento eclesial multitudinario: fue una experiencia pedagógica de alcance espiritual y cultural, cuyas consecuencias siguen latiendo en la Iglesia de hoy.
Llucià Pou SabatéLunes, 4 de August de 2025
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El Papa se despide de los jóvenes deseándoles un buen camino de retorno. © Vatican Media

Aquel año 2000, escribí que había nacido “una nueva ola, una generación que floreció en Tor Vergata… rebelde en otro sentido: no le bastan las mentiras de promesas de felicidad fáciles, sino que quiere luchar por la verdadera felicidad, una generación que busca a Jesús”.

Hoy, un cuarto de siglo después, la misma energía –con nuevos lenguajes y nuevos contextos– ha vuelto a brotar en Roma durante el Jubileo de los Jóvenes 2025, convocado por el Papa León XIV. Este encuentro, que se celebra en un mundo más complejo y fragmentado, ha querido ser una invitación a la paz, a la reconciliación y al testimonio compartido.

La educación del corazón: una pedagogía del encuentro

Muchos educadores cristianos nos preguntamos cómo acompañar hoy a la juventud. La respuesta no es solo intelectual ni doctrinal: pasa por vivir con ellos momentos significativos, abrir espacios de interioridad, cultivar preguntas, y mostrar caminos.

El Jubileo es hoy como fue hace años, precisamente, una experiencia formativa en todos estos niveles: emocional, espiritual, intercultural, e incluso digital. Desde las peregrinaciones a pie hasta los talleres de escucha y arte, pasando por la oración comunitaria, los jóvenes han vivido una educación integral que los ayuda a comprenderse como ciudadanos del mundo y discípulos en camino.

Una confesión sin miedo, una Iglesia sin etiquetas

Uno de los momentos más impactantes fue la Jornada Penitencial en el Circo Máximo, el 1 de agosto, como hace 25 años en el mismo sitio donde hubo grandes celebraciones de la Roma imperial. Más de mil sacerdotes, de distintas culturas y lenguas, ofrecieron el sacramento de la reconciliación durante todo el día. No fue solo una fila hacia el perdón, sino una muestra viva de que la Iglesia es acogida, no juicio. Un joven me decía: “Me sentí mirado como persona, no como pecador. Me devolvieron las ganas de confiar.”

No insistimos en una moral de prohibiciones. Hablamos de un ambiente de libertad interior, de reconciliación con uno mismo, con los demás y con Dios. Lo dijo el Papa León XIV: “Este Jubileo quiere ser un alto en el camino para mirar con esperanza, no para imponer ninguna carga”.

Roma: ciudad educadora

En esta semana, Roma ha sido una gran aula sin paredes: los talleres de “Diálogos con la ciudad”, las peregrinaciones por lugares históricos, los encuentros interculturales y los foros sobre ecología, salud mental o justicia social han mostrado que la educación religiosa no es reductiva, sino integral.

Los jóvenes, venidos de 146 países, han demostrado una vez más que la fe no aísla, sino que conecta. Lo comprobé personalmente entonces, y veo ahora el mismo clima de gratuidad, de ayuda mutua, de disponibilidad, lo que viví en el 2000 se ha repetido ahora. Desde romanos que ofrecían agua a peregrinos hasta voluntarios que solucionaban imprevistos con alegría y ternura. Todo esto educa. Todo esto evangeliza.

La evangelización digital: nueva frontera educativa

Una novedad destacada ahora ha sido el Jubileo de los influencers católicos, celebrado los días previos, con la participación de más de 900 creadores de contenido de 46 países. Ya no podemos formar en la fe sin considerar los lenguajes del mundo digital. Como dijo el Papa Francisco: “La red puede ser una red de comunión si la llenamos de humanidad.”

Esta dimensión online responde al contexto actual, que no se había desarrollado hace 25 años; y también es formativa: crea identidad, despierta preguntas, genera comunidad. Y es ahí donde el compromiso educativo encuentra su nuevo rostro: acompañar también en las redes con responsabilidad, belleza y verdad.

Una generación que se convierte en testigo

San Juan María Vianney, el Cura de Ars, al que celebramos el día 4, decía que el corazón humano necesita oración, penitencia y cercanía. No hablaba de un idealismo abstracto, sino de una pedagogía del amor. El Jubileo 2025 ha mostrado que sigue siendo posible: que la juventud no está perdida, sino hambrienta de autenticidad, de ejemplos y de sentido.

Este Jubileo ha sido una clase viva, una catequesis en movimiento, un testimonio de que la fe puede ser actual, creativa, plural y alegre. Y, sobre todo, ha recordado que la educación religiosa no se trata solo de enseñar ideas, sino de inspirar caminos.

La ola no se detiene

Una generación que busca a Jesús… un cambio en la orientación del curso de la historia, un mundo lleno de esperanza… pensé entonces, como hoy sigo pensando. La juventud no necesita ser dirigida con rigidez, sino ser acompañada con lucidez.

Desde el aula hasta la plaza, desde el testimonio silencioso hasta el contenido viral, la Iglesia educadora tiene una gran tarea por delante: formar el corazón, abrir el diálogo, sembrar futuro.

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