Cindy Peñalver: “Todo adulto que se relacione con la infancia debería revisar primero cómo fue la suya”

La pedagoga y facilitadora de Disciplina Positiva de familias, parejas, organizaciones y aulas resalta la corregulación para acompañar a cualquier persona en un primer día.
Alba UcedaLunes, 29 de September de 2025
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Cindy Peñalver, sobre 'Mariposas en el cole': "Ya sean mamás o papás o personas que no tienen hijos, en la vida nos encontramos con niños en todos lados y aprenderán otra manera de relacionarse con ellos"

Los centros educativos han iniciado la jornada escolar hace escasas semanas, y para muchos niños de tres años es su primera vez fuera del hogar y de su núcleo familiar. Cualquier proyecto nuevo requiere de un proceso de adaptación para que el cambio sea lo más gradual posible, especialmente entre los infantes de menor edad. 

Cindy Peñalver conoce de primera mano los nervios que viven los niños en un primer día de colegio. Como madre de un niño y una niña y licenciada en Pedagogía, ha recopilado sus conocimientos en una breve historia cargada de ilustraciones y colores. Mariposas en el cole es un libro-manual que no solo es orientativo para las familias en el primer día de los más pequeños de la casa, sino que es una guía dedicada a cualquier ser humano para afrontar nuevos propósitos.

Facilitadora de Disciplina Positiva, Cindy es consciente de que nada es perfecto, y todo primer día puede presentar inconvenientes y obstáculos. Por ello, en esta entrevista explica las pautas y los pasos para que cualquier persona pueda lidiar emocionalmente con nuevos objetivos que se desvíen de la normalidad de su realidad.

¿Cómo surge la idea de escribir y publicar Mariposas en el cole?

—Mariposas en el cole es un encargo que me hace la editorial Duomo para poder ofrecer a familias y maestros un libro que acompañe las primeras emociones que surgen en los más pequeños a la hora de empezar en la escuela. Realmente, es una excusa para poder introducir también una mirada diferente cuando llega el momento de acompañar nuevos retos, independientemente de la edad.

Hay muchas familias, e incluso psicólogas, que me comentaban que utilizan como recurso el libro para trabajar con adolescentes y personas de todas las edades, con el fin de ayudarles a expresar qué sienten o cómo se sienten ante situaciones nuevas.

¿Cuáles son los tres valores principales que identifican Mariposas en el cole?

—La ternura sería uno de ellos; una mirada tierna creo que es algo que hace mucha falta para poder observar. Otro valor sería la empatía. Por último, aunque no es un valor, menciono el tiempo, es decir, el hecho de permitir un proceso sin la exigencia de un resultado rápido. Simplemente acompañar cada situación y sostener. 

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No podemos acompañar aquello que no podemos sostener

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Hablando sobre el objeto de apego de la protagonista, Morritos, ¿crees que los objetos de apego son utilizados por todos los niños, todos lo necesitan para sentirse mejor?

—No considero que todos los necesiten, pero sí creo que puede ser un muy buen recurso para aquellos a quienes les cuestan más las separaciones. Además, lo hacen de manera inconsciente. Al fin y al cabo, es la representación de un anclaje emocional, lo que les otorga más seguridad ante una nueva situación. Morritos, en realidad, era mi muñeca, tal cual lo dibuja Gemma. Para mí fue un objeto de transición muy importante en mi vida.

El objeto de apego no hace falta que sea un peluche o un juguete. Por ejemplo, mi hija desde bien pequeña siempre lleva un pañuelo mío porque tiene mi olor. Ella ya tiene 13 años y aún lo tiene en la cama. De hecho, de vez en cuando se lo pone para presumir de que es mío. Es algo que aún le transporta. Muchas personas adultas también recurren a estos anclajes emocionales cuando llega un acontecimiento importante, como ponerse la pulsera de alguien a quien quieren mucho o por los recuerdos que le transmite.

Este libro se basa en la Disciplina Positiva. ¿Qué otras maneras de educar también promueves o crees que son favorables para la educación de los pequeños?

—No creo que haya una única manera de educar, porque cada persona tiene su estilo. Lo importante es que las relaciones que establezcamos con el resto de las personas no estén determinadas por nuestros patrones, y se basen en la dignidad y el respeto. 

Cuando nos relacionemos con nuestros niños, en este caso, debemos tener claro que no estamos reaccionando, sino respondiendo de manera consciente. Todo adulto que se relacione diariamente con la infancia debería revisar primero cómo fue la suya, para identificar ciertos patrones que les hacen reaccionar. Evidentemente desde una manera vulnerable y compasiva, nunca intentando llegar a la perfección porque no existe.

La infancia es la base de nuestras respuestas emocionales. A partir de los seis años, dejamos de entender el mundo como es y comenzamos a identificarlo en base a nuestras vivencias de los cero a los seis años. Si en ese periodo de tiempo hemos vivido en un espacio principalmente hostil, para nosotros el mundo será hostil. La mayoría de bloqueos y limitaciones que tenemos de adultos son fruto de la manera en la que nos han acompañado frente al error y de la manera en la que nos han acompañado frente al estrés que vivimos. Hay una frase muy bonita que han replicado varios psicólogos, entre ellos Gabor Maté, quien habla mucho de la ternura. Dice: “nos traumatizamos en compañía y nos sanamos en compañía”. 

El trauma no se crea en el momento en que se produce el dolor, sino que se fermenta después, condicionado por la forma que nuestro referente nos ha acompañado frente a ese suceso: si realmente ha validado lo que sentíamos, nos ha escuchado o nos ha creído. La sanación se da a través de la corregulación, ya que conecta con cómo estoy, y la conexión es supervivencia.

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Bajaría la prisa de las escuelas, y más aún en estas edades tan primarias. La prisa la tenemos los adultos y el cambio tiene que venir de nosotros. Los niños no han de cambiar de nada

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Ya que este libro se puede extrapolar a cualquier edad y a cualquier primer día en un proyecto nuevo, ¿cómo encauzamos dicha vivencia nueva de la manera más idílica?

—La forma más idílica sería que tuviéramos tiempo. Cada individuo necesita un periodo de tiempo concreto para sentirse seguro. Lo ideal sería que estuviéramos acompañados de personas que nos otorguen protección y validación y, al mismo tiempo, nos guíen en el proceso de aprendizaje. 

También tiene que haber un entorno físico que nos dé seguridad. Todos los estímulos que acceden por nuestros sentidos viajan directamente a nuestra amígdala. La Teoría Polivagal de Porges expone que si la amígdala está alterada o sobreestimulada, no se puede fomentar ningún tipo de aprendizaje, ya sea cognitivo o emocional. 

Por tanto, es necesario un entorno seguro donde la gente que esté a nuestro alrededor la veamos confiable. Cuando conocemos a alguien, el cerebro solo necesita cinco segundos para considerarlo de confianza, ergo vamos a poder percibirlo como una persona competente; aprenderemos algo de ella. En caso contrario, la supervivencia toma el control; o bien estamos a la defensiva —atacaremos—; o bien nos bloqueamos —huiremos—. En las escuelas muchos niños están bloqueados, ya que su sistema nervioso está súper alterado porque no se sienten seguros.

Si el día se tuerce y entramos en un bucle de negativa, ¿cómo podemos salir de ahí?

—En este tipo de situaciones es esencial la corregulación. Cuando no disponemos de las herramientas para regularnos, requerimos del amparo de alguien que nos enseñe las pautas para llevarlo a cabo, evidentemente es importante que él mismo o ella misma estén autorregulados. Necesitamos a una persona que nos ayude a calmarnos, pero cuyo objetivo no sea intentar apagar el fuego, sino acompañarnos en su interrupción. 

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Cada individuo necesita un periodo de tiempo concreto para sentirse seguro

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¿Cómo deben adaptar los centros educativos el primer día de colegio? ¿Debería plantearse algún cambio?

—Afortunadamente hay muchos centros que hoy en día son más conscientes y han actualizado la adaptación escolar. Además, hay más estudios de neurociencia y neuroeducación que hablan sobre cómo funciona el cerebro, su desarrollo y lo que necesita para sentirse seguro. 

Algunos cambios que deberían plantearse son, por ejemplo, extender el proceso de adaptación. Hay que dar el tiempo y el espacio necesarios para que los niños puedan hacerlo acompañados de sus referentes: dejar acceder al centro a las familias y tratar de no llenar de recursos estos primeros días. El mayor recurso que tienen los niños es el propio adulto, un adulto disponible y regulado que pueda acompañarlos. 

El primer cambio que yo haría es tratar de huir del conductismo, porque solo se enfoca en cómo los niños responden. Después, virar el enfoque hacia las necesidades reales de los niños, generando espacios de calma. Bajaría la prisa de las escuelas, y más aún en estas edades tan primarias. La prisa la tenemos los adultos y el cambio tiene que venir de nosotros. Los niños no han de cambiar de nada. Debemos dejar de pensar que los niños vengan ya preparados al ingresar en las escuelas, y proporcionar espacios preparados para ellos.

Para finalizar, ¿qué mensaje le darías a los lectores para que se animen a leer Mariposas en el cole?

—Si buscan un recurso que es la punta del hilo para seguir estirando, otras herramientas para poder vincularse con sus hijos, con sus alumnos o con ellos mismos en momentos de novedad desde la regulación emocional, van a encontrar un cuento, que aunque parezca simple, es de ternura cotidiana, con unas ilustraciones preciosas de Gemma Capdevilla. Ya sean mamás o papás o personas que no tienen hijos, en la vida nos encontramos con niños en todos lados y aprenderán otra manera de relacionarse con ellos.

 

Mariposas en el cole

Cindy Peñalver

Editorial: Duomo

14,90 € / 32 págs.

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