Retorno a la belleza: la propuesta educativa de Antonio Rubio Plo ante la crisis de atención
Zaragozano de 1956, Antonio Rubio Plo se ha jubilado después de trabajar como profesor de Geografía Historia durante más de tres décadas en un instituto madrileño. Además de esa licenciatura por la Universidad de Zaragoza, tiene el doctorado en Derecho y Relaciones Internacionales por la Complutense, ha sido profesor en la esa Universidad, así como en la UFV y la UNIR; y ha colaborado con entidades como el Real Instituto Elcano o Ceseden. Acaba de publicar en PPC (del grupo SM) Retorno a la belleza, grandes momentos del arte, la música y la literatura (248 páginas, 18 euros), con el que invita a educar a partir de los pequeños detalles de la vida cotidiana. El libro se presenta el jueves 16 de octubre a las 19:00 en el Espacio O’Lumen (Claudio Coello 141, Madrid).
–Es un libro de cultura en el que caben la escultura, la pintura, la música, el cine y la literatura. La cultura de los últimos cinco siglos, y particularmente de los últimos dos. Sin embargo, no pretende ser una mera descripción de obras al estilo de un pequeño manual. Para eso ya existen otros libros. En primer lugar, no disocia las obras de la vida de sus autores. Forman un todo inseparable. De ahí que en ocasiones los capítulos parezcan fragmentos de biografías. A esto se añaden una serie de vivencias personales que son producto de viajes, lecturas, audiciones o contemplaciones. Sin esos recuerdos no habría podido escribir el libro.
También hay en este libro una evocación de la adolescencia: el recuerdo de una vieja enciclopedia dedicada exclusivamente al arte, la música y la literatura. Me apasionó leerla tras encontrarla casualmente en una pequeña librería del centro de Zaragoza, hoy desaparecida. En los planes escolares de un tiempo no tan lejano, la cultura se reducía a la historia y la literatura, sobre todo españolas. Cualquier otra cosa formaba parte de estudios especializados. Me da la impresión de que algunas cosas no han cambiado demasiado. En cambio, aquella enciclopedia, traducida del italiano, me hablaba de Shakespeare, Molière, Beethoven, Manzoni o Chaikovski, de los que yo no sabía demasiado.
–Diría que en todos mis escritos está presente la tensión entre cultura, fe y belleza. En el caso de mi tesis doctoral sobre relaciones internacionales, adopté un enfoque ético y humanista, que me permitiría asociar verdad y belleza. Son dos conceptos insertos en lo que es la dignidad de los seres humanos.
–Esperar a que las leyes educativas pongan las cosas en su sitio en lo referente a la cultura no deja de ser una ilusión, y aunque lo hicieran, de poco serviría sin la labor y la dedicación del profesor. Se nos dirá que a los alumnos solo les preocupan una serie de cosas muy limitadas y que es muy difícil captar su atención. Con eso, nos están diciendo que renunciemos a transmitir conocimientos con el argumento de que todo está en Internet o de que si es necesario preguntemos al Chat GTP. Sin embargo, mi experiencia docente me indica que siempre hay alumnos interesados, sean o no minoría, si sabemos despertar en ellos el asombro y la capacidad de saber relacionar. Ahí está la labor del docente que ningún algoritmo puede sustituir. El docente debe ser consciente de que debe sembrar, aunque no vea los frutos. Pero no podrá sembrar si no ve en sus alumnos a personas, y no a una sucesión de fichas con fotos, números y anotaciones. Ciertamente, es difícil, pero lo será un poco menos si es un docente conocedor del mundo en que vive y es capaz de transmitir sus experiencias y conocimientos a sus alumnos.
El docente que conoce el mundo en el que vive y es capaz de transmitir sus experiencias sabe despertar en los alumnos el asombro y la capacidad de relacionar
"–Eso creo. Antes se pensaba que la mejor forma de atraer era el razonamiento. Hoy quizá lo más convincente es la belleza, que toca a la persona de un modo inmediato. Un autor que me gusta mucho decía que, en nuestro tiempo, la vía de la belleza resulta más persuasiva que la dialéctica. Estoy de acuerdo: descubrir lo bello puede abrir más puertas que un debate lógico.
–Los estímulos que interesan al docente deberían ser aquellos que sirven para despertar en sus alumnos la capacidad de asombro. Hay algo más, algo escondido, en la naturaleza de las cosas. Hay que despertar la atención hacia los pequeños detalles para captar esa naturaleza. Captar los detalles de un retrato, de las combinaciones de instrumentos en una sinfonía o de los diálogos de una película puede abrir la puerta a pequeños universos que no éramos capaces de imaginar. Hay que apostar por los estímulos que despierten la sensibilidad del alumno. Por cierto, la sensibilidad está relacionada con la compasión o la misericordia. Tras ellas, curiosamente, se puede descubrir la belleza, como sucede con La Piedad de Miguel Ángel que es a la vez primer capítulo e imagen de portada del libro.

Captar los detalles en un retrato, una sinfonía o los diálogos de una película puede despertar la sensibilidad del alumno para descubrir la belleza
"–Con este libro quiero acercar al lector a la belleza como experiencia humana compartida. Por ejemplo, incluye un capítulo sobre Monet y sus nenúfares inspirado en paseos por el barrio donde viven mis hijos en París, cerca del Trocadero, pues allí está la casa de su amigo el primer ministro Clemenceau. La huella cristiana está muchas veces presente en la cultura aunque puede pasar desapercibida. Por ejemplo, al inicio de la película The Kid de Chaplin aparece un Cristo con la cruz a cuestas antes de presentar a la protagonista, una mujer que abandona a su hijo recién nacido. Es un ejemplo de cómo el cine puede mostrar que la belleza conduce, de un modo u otro a lo trascendente.
–Las máquinas pueden facilitar información y combinarla del modo más apropiado, pero poco más. Sin embargo, pese a lo que algunos afirman, las máquinas son incapaces, por ejemplo, de escribir una gran novela porque lo dan todo por cerrado y controlado en lo que se refiere a las formas. Me recuerdan a mi director de tesis doctoral que solía decirme al leer mis primeras tentativas de redacción: “Tu trabajo es meramente descriptivo y de ahí puede salir un excelente libro, pero tú no has aportado nada propio”.
–Yo lo hago principalmente con las imágenes, en particular con fotografías y secuencias de cine, en el estudio de la historia contemporánea. Parando las imágenes y los diálogos de los personajes para mostrar un detalle que los alumnos desconocían —o en el que no habían reparado—, para que tengan la oportunidad de enfocar los acontecimientos presentados bajo una perspectiva de la que hasta entonces carecían. Al mismo tiempo, sirve para despertar una mirada de humanidad, pues solo esa mirada nos acerca a la auténtica belleza.
–Sí, porque en lo cotidiano se esconde lo esencial. Recuerdo mostrar a mis alumnos escenas de películas o simples fotografías para fijarnos en un gesto, en un detalle que iluminaba toda una época. A veces eso enseña más que la descripción de un gran acontecimiento histórico. No solo son los Momentos estelares de la humanidad de Stefan Zweig. También importan los pequeños instantes que nos ayudan a comprender mejor la vida.

Los instantes pequeños ayudan a comprender la vida cuando muestran lo esencial
"–En principio, se diría que las asignaturas de humanidades son las más adecuadas para descubrir la belleza. Sin embargo, he tenido ocasión de comprobar que eso no es cierto. No se puede reducir al científico a un compilador de fórmulas, a un mecanicista desprovisto de alma. Son tópicos caricaturescos. El científico no tiene por qué carecer de sensibilidad. Si su trabajo es para el servicio y el progreso del ser humano, es un trabajo bello porque enaltece a sus semejantes y les rodea de mejores condiciones de vida. Ni que decir tiene que los grandes científicos de la historia han sido también grandes humanistas: Galileo, Newton, Pasteur, Ramón y Cajal… No pocas veces supieron hacer un alto en su esforzado trabajo para ponerse en la perspectiva de otros seres humanos.
La belleza no es para un círculo de iniciados arrogantes. Está al alcance de cualquier persona, pero para descubrirla debe detenerse, hacerse preguntas y aprender a relacionar las cosas. Saber relacionar es uno de los principales requisitos para practicar el oficio de la escritura.
El trabajo de un científico también es bello porque enaltece a sus semejantes y les rodea de mejores condiciones de vida
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