Claudia Ros, psicopedagoga: “Limitar a los alumnos al aula TEA nos aleja de la inclusión real”

Más de 11.400 estudiantes con TEA están escolarizados en Madrid, pero persisten dudas sobre la eficacia de las aulas especializadas y la equidad en el sistema educativo.
Alba BartoloméLunes, 20 de October de 2025
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En la Comunidad de Madrid se han implantado más de 850 aulas TEA en los últimos años. En la imagen, el consejero Emilio Viciana durante su visita al colegio público Arquitecto Gaudí en el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo.

En la Comunidad de Madrid, más de 11.400 alumnos con Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) están escolarizados en centros educativos, un incremento del 30% respecto al curso anterior, según el Ministerio de Educación. Sin embargo, las familias y profesionales coinciden en que el sistema educativo todavía no está preparado para dar una respuesta equitativa y de calidad a este alumnado. Aunque la región cuenta con 855 aulas TEA en colegios e institutos públicos, los casos recientes de expulsiones o de falta de recursos especializados han reavivado el debate sobre si estos espacios garantizan realmente la inclusión o si, por el contrario, perpetúan una educación paralela.

“Con los apoyos adecuados y una actitud basada en la empatía y la colaboración, los niños con TEA pueden desarrollarse plenamente y participar activamente en la vida escolar y social”, afirma Claudia Ros García, psicopedagoga del gabinete VIDEX. Hablamos con ella para conocer de cerca su labor y las necesidades educativas específicas del alumnado con TEA para saber cómo crear entornos estructurados, predecibles y emocionalmente seguros, donde cada alumno pueda desarrollar su potencial sin sentirse excluido.

¿En qué consiste tu trabajo como psicopedagoga y cuál es tu experiencia con alumnado con Trastorno del Espectro del Autismo (TEA)?
–En el ámbito psicopedagógico, mi labor consiste en orientar, acompañar y dar respuesta a las necesidades específicas de apoyo educativo que presenta cada alumno, en especial aquellos con Trastorno del Espectro Autista (TEA). Mi objetivo es que puedan desarrollarse al máximo en sus habilidades sociales, comunicativas, emocionales y académicas, siempre desde un enfoque integral y personalizado. Trabajo tanto con el alumnado directamente a través de intervenciones individuales y grupales como con el profesorado y las familias, favoreciendo la creación de entornos estructurados, predecibles y emocionalmente seguros. Mi experiencia con alumnado TEA me ha permitido comprobar que, con los apoyos adecuados y una actitud educativa basada en la empatía, la flexibilidad y la colaboración se logran avances significativos en su autonomía y participación en la vida escolar y social.

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Mi experiencia con alumnado TEA me ha permitido comprobar que, con los apoyos adecuados y una actitud educativa basada en la empatía, la flexibilidad y la colaboración se logran avances significativos en su autonomía y participación en la vida escolar y social

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En la Comunidad de Madrid se han implantado más de 850 aulas TEA en los últimos años. Desde tu experiencia profesional, ¿crees que este modelo de aulas específicas está funcionando adecuadamente?
–Creo que las aulas TEA pueden ser una herramienta muy positiva siempre que se conciban como un apoyo, no como un lugar de separación. El aula TEA debe ser un espacio donde los alumnos puedan sentirse tranquilos, comprendidos y preparados para afrontar los retos del aula ordinaria, que es donde realmente se produce la inclusión. Si el aula TEA se convierte en su único entorno perdemos la oportunidad de enseñar y aprender juntos, y eso nos aleja del verdadero sentido de la educación inclusiva. Por eso, es importante mantener una coordinación constante entre los profesionales de ambas aulas y promover actividades compartidas para que los niños vivan experiencias reales de convivencia y aprendizaje mutuo.

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Si el aula TEA se convierte en su único entorno perdemos la oportunidad de enseñar y aprender juntos

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¿Qué enseña la convivencia con alumnos TEA al resto de la comunidad educativa?
–Cuando combinamos ambos espacios (el aula TEA como apoyo y el aula ordinaria como entorno de participación) logramos que los alumnos se sientan parte del grupo y que los demás también aprendan valores como la empatía, la paciencia y el respeto por la diferencia. La diversidad no resta, suma. Y cuando el aula se convierte en un lugar donde todos caben, la escuela se transforma de verdad.

Muchos padres denuncian la falta de formación del profesorado para atender correctamente al alumnado con TEA. ¿Consideras que los docentes de aulas preferentes o centros ordinarios reciben la preparación necesaria?
–Depende, porque no todos los profesionales parten del mismo punto ni tienen las mismas experiencias previas. Los maestros solemos especializarnos más en una rama que en otra, y por ello es esencial mantenernos en constante actualización para poder atender la diversidad del alumnado. Sería imprescindible ofrecer una formación centrada no solo en las características del TEA, sino en estrategias concretas para el aula: cómo comunicarse de manera clara, cómo anticipar situaciones, cómo organizar los espacios, o cómo trabajar la regulación emocional. Pero, sobre todo, creo que la mejor formación nace de la experiencia directa con los alumnos, del trabajo en equipo y de la escucha activa a las familias. Son ellos quienes más pueden enseñarnos sobre las necesidades y potenciales de sus hijos.

El número de estudiantes con TEA en Madrid ha crecido más de un 30% en el último curso, según el Ministerio de Educación. ¿Está preparado el sistema educativo madrileño para asumir este incremento?
–Creo que el sistema tiene la base, pero todavía falta que los recursos lleguen de manera más equitativa a todos los centros. Contamos con grandes profesionales, pero necesitamos más apoyo, más formación y más tiempo para poder acompañar a cada niño como se merece. Si el profesorado cuenta con las herramientas adecuadas y se fortalecen los equipos de orientación, sí podemos responder a este aumento de alumnado. La clave está en que la inclusión no dependa solo del esfuerzo individual de los docentes, sino de una red educativa sólida que trabaje de manera conjunta.

Algunas familias aseguran que en Madrid no existen centros públicos específicos de autismo, y que dependen de asociaciones o centros concertados. ¿Qué implicaciones tiene esto para la equidad educativa y la atención temprana?
–Esta situación genera desigualdades que no deberían existir. Hay familias que, por falta de recursos económicos, no pueden acceder a los apoyos especializados que sus hijos necesitan, y eso limita su desarrollo y bienestar. La atención temprana es esencial para los niños con TEA. Cuanto antes se detecten y atiendan sus necesidades, mayores serán las posibilidades de que se desarrollen de forma plena. Por eso, es fundamental que el sistema público garantice una red de apoyo accesible para todos, sin depender de la situación económica o del lugar donde se viva. La equidad educativa significa que cada niño tenga lo que necesita para aprender y crecer, no que todos tengan exactamente lo mismo.

Desde un punto de vista psicopedagógico, ¿qué estrategias o apoyos deberían implantarse en los centros educativos para prevenir crisis o conductas desadaptativas en alumnado con TEA?
–Lo más importante es conocer bien a cada niño: qué le calma, qué le inquieta, qué le ayuda a sentirse seguro. A partir de ahí, se pueden aplicar estrategias que anticipen y prevengan las situaciones difíciles. Algunas de ellas son la estructuración del entorno, las rutinas claras, los apoyos visuales, la comunicación sencilla y coherente, y sobre todo, ofrecerles espacios y tiempos para autorregularse cuando lo necesiten. También es fundamental reforzar lo positivo, validar sus emociones y enseñarles poco a poco herramientas para manejar la frustración o los cambios. La prevención no es controlar, sino acompañar con comprensión y respeto.

¿Cómo puede la coordinación entre docentes, orientadores, familias y profesionales externos (como psicólogos o terapeutas) mejorar la respuesta educativa a estos alumnos?
–La coordinación es la clave de todo. Cuando todos los que rodeamos al niño remamos en la misma dirección, los resultados son mucho más positivos. Cada uno aporta una mirada diferente: los docentes conocen el día a día en el aula, las familias saben cómo reacciona su hijo en casa, y los terapeutas aportan estrategias más técnicas o específicas. Si conseguimos unir esas miradas, podemos crear un plan de apoyo coherente, realista y centrado en el bienestar del niño. Además, esta coordinación genera confianza. Las familias se sienten acompañadas, los profesionales trabajamos con más seguridad y, lo más importante, el alumno siente que todos estamos ahí para ayudarle, no para juzgarle.

Finalmente, ¿qué mensaje enviaría a la administración educativa madrileña y a la sociedad en general sobre los retos y oportunidades de la educación inclusiva para niños y adolescentes con TEA?
–Mi mensaje sería que la educación inclusiva no es una meta inalcanzable, sino una oportunidad real para construir una sociedad más justa, empática y respetuosa con la diversidad. A las instituciones les pediría que sigan apostando por la inclusión con corazón, no solo con recursos. Que confíen en los profesionales que cada día acompañamos a estos niños, y que escuchen también la voz de las familias, que son las que mejor conocen las necesidades reales de sus hijos. Y a la sociedad en general, le recordaría que la inclusión no se logra sólo con leyes o aulas específicas, sino con actitudes diarias de respeto, comprensión y aceptación. Todos, desde nuestro lugar, podemos contribuir a que los niños y adolescentes con TEA encuentren su espacio, se sientan valorados y puedan desarrollarse plenamente como parte activa de su comunidad. Si conseguimos que cada niño con necesidades se sienta visto, comprendido y valorado, habremos dado un paso enorme hacia una educación y una sociedad verdaderamente inclusiva.

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