Gabriela Leonardt: “Los adultos estamos modelando patrones ansiosos en los niños"

La psicopedagoga clínica y educativa, educadora social y profesora de arte presenta su libro ‘Guía urgente para criar con calma, el ABC de la crianza consciente’, una guía con recursos prácticos para ayudar a familias y docentes en la educación de los niños.
Alba UcedaLunes, 20 de October de 2025
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En esta entrevista, Gabriela ha analizado cada uno de los entresijos emocionales y sociales que se esconden detrás de las acciones tanto de los niños como de los adultos.

Cuando un niño llega a la vida de una familia, nadie está preparado para su crianza. Con toda una trayectoria vital por delante, los primeros años son cruciales para su aprendizaje y educación. Sin embargo, al encontrarse en pleno desarrollo cognitivo y emocional, los progenitores y docentes tienen que enfrentarse al hándicap del desciframiento de su lenguaje. Al no poseer la suficiente madurez para expresar todo lo que les ocurre con palabras, es imprescindible conocer su comunicación con el fin de atender a sus necesidades.

En una sociedad donde la prisa se ha convertido en el fundamento de la rutina y donde las pantallas han asediado la atención, ahora más que nunca es urgente mantener la calma. Por ello, Gabriela Leonardt, con más de 25 años de experiencia en el ámbito del desarrollo infantil y la educación, ha organizado alfabéticamente durante tres años los temas clave para llevar a cabo una crianza consciente.

En esta entrevista, Gabriela ha analizado cada uno de los entresijos emocionales y sociales que se esconden detrás de las acciones tanto de los niños como de los adultos, ofreciendo las claves adaptadas a cada situación y al contexto psicosocial actual, con el fin de mejorar la relación y el entendimiento entre ambas figuras.

¿Cómo surge la idea de establecer en un abecedario estas pautas de crianza?

—Yo trabajo en mi consulta privada, asesoro a colegios y también soy coordinadora de necesidades educativas especiales de docentes. Los temas que incluyo en Guía urgente para criar con calma, el ABC de la crianza consciente son todas las preguntas que me han venido haciendo durante 25 años, tanto padres como profesores. En muchas ocasiones elaboraba pequeños materiales didácticos para entregárselos por partes, porque no me daba tiempo a abordar todo en las sesiones o reuniones.

Más adelante, pensé que sería beneficioso para la gente que no tiene tiempo o quizás la capacidad atencional suficiente para leer un libro entero. Entonces opté por ordenar este material para que lo consultaran en el momento que necesitaran resolver un tema puntual. De esta manera, pueden acceder a la información rápidamente.

Como su título indica, este libro es para criar con calma. ¿Crees que la desesperación o la falta de paciencia por parte de los progenitores podría ser una de las causas que incrementan los problemas de salud mental de los niños y de los jóvenes?

—Le dedico un capítulo bastante extenso al tema de la ansiedad, porque es un fenómeno vigente en los colegios y en las familias. Es muy triste comprobar que hay niños pequeños con ansiedad. Esto antes era muy puntual. En el caso de mi generación (yo tengo 50 años), no teníamos tantas exigencias académicas y estábamos más tiempo jugando fuera. También era todo más seguro.

Ahora todo va hacia el resultado, hacia la producción de algo. La infancia tiene agendas sobrecargadas de tareas y actividades para hacer en el día. Donde no les queda hueco es para el juego, para relajarse, donde dejan pasar el tiempo y se centran en su interior. Cuando les pregunto a los pequeños qué es lo que más quieren hacer en la consulta conmigo es jugar, por lo que siempre les reservo un rato. Jugar relaja mucho a los niños.

También considero que los adultos desconocemos el desafío que les supone. Ellos tienen que lidiar con un montón de adaptaciones, estímulos y conflictos: la relación con los profesores, con los compañeros, el sentimiento de pertenencia a un grupo, crear y mantener amistades, desarrollar destrezas académicas como mantener la atención o memorizar, etc. Este proceso de aprendizaje constante requiere de su energía, incluso para los pequeños de la escuela infantil, que deben acostumbrarse a estar en manos de desconocidos. Es estresante.

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Cuando les pregunto a los pequeños qué es lo que más quieren hacer en la consulta conmigo es jugar

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¿En qué medida afectan a la crianza del niño o la niña los patrones personales de los padres?

—Cuando hablo en el libro de la crianza consciente me refiero a que para mí este tipo de crianza conlleva que los progenitores sean conscientes de sus propias emociones y limitaciones, lo que obliga a realizar un trabajo de introspección. En caso de no llevarlo a cabo, se genera un conflicto interno impresionante. Odiarán ser padre o padre. Yo siempre les digo, “déjate guiar por los niños, son los mejores maestros”. Todas las personas que tengamos relación con el ámbito de la educación y la crianza deberían darnos asignaturas de educación emocional. Hace falta una escuela de padres.

Cuando a un niño le dices “qué bien lo has hecho”, le damos un beso o un mimo, ellos son felices. Así, reforzamos su conducta. La crianza consiste, primero, en mantener la calma en la primera reacción. Hay que tratar de no responder precipitadamente en ese momento, porque corremos el riesgo de perder el respeto de nuestros hijos constantemente.

Hablando de la comunicación con los padres, ¿cómo podemos conocer el origen o la causa de un berrinche y cortarlo?

—No existe una única solución. Hay varios tipos de berrinche y cada uno necesita una respuesta distinta. Lo primero es identificar qué tipo de rabieta es; después, actuar en consecuencia. Además, los berrinches son adaptativos, ya que se moldean a las necesidades de cada etapa vital del niño o la niña. Para ello, hace falta calma para observar y averiguar su origen.

Primeramente, pueden suceder por una causa orgánica, algo que muchas veces se nos puede pasar por alto: tiene sueño; le ha bajado la glucosa porque tiene hambre; lo he llevado a la calle y había muchos estímulos que tenía que procesar, ya que está acostumbrado a estar en casa tranquilo, etc. En ese caso hay que contener y ofrecer lo que necesita, ya sea alimento, descanso, un abrazo o volver al hogar.

Luego existen las rabietas para lograr algo ante una negativa, donde debemos mantenernos firmes y no ceder en los límites que hemos establecido. Por supuesto, hay que contener la parte física, si el niño se golpea o nos golpea con el fin de que no se haga daño a sí mismo ni al resto; y, sobre todo, sacarlo de la situación-conflicto. Cuando lo alejas del estímulo que le detona, el niño empieza a calmarse. Por ende, hay que retirarse e ignorar esta conducta y  así el niño dejará de hacerlo porque ve que no hay espectadores. Realmente es un acto manipulativo para conseguir algo con picardía. Es parte de su inteligencia.

Y también están las rabietas por frustración. Por ejemplo, el infante está haciendo un puzle y lo tira al suelo o está pintando un dibujo y lo rompe. Aunque en dichas situaciones solemos regañar, la cuestión es paralizar la conducta disruptiva, pero no reprimir la expresión de la emoción. Al fin y al cabo, la frustración la padece cualquier ser humano, por lo que hay que indicarles que pidan ayuda, ya sea al profesor, a una compañera o a algún familiar cercano.

A los niños se les activan muchas sustancias orgánicas químicas cuando están enfadados o frustrados, y pueden responder atacando, huyendo o hasta paralizándose. Pero ellos necesitan manifestarlo conductualmente porque todavía son pequeños y están aprendiendo a regularse. No tenemos por qué asustarnos tanto, si mantenemos la calma. Tienen que saber que hay alguien capitaneando el barco en la tormenta.

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Déjate guiar por los niños, son los mejores maestros

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En cuanto a la crisis de salud mental actual, la cual afecta al 34% de la población, ¿cómo podemos actuar a nivel social?

—Como te he mencionado anteriormente, los adultos estamos modelando patrones ansiosos en los niños. Permanecemos ahogados de burocracia y responsabilidades, y extrapolamos esta presión a nuestros hijos. La sociedad actual es tan competitiva que toda esta preocupación excesiva proyectada hacia el futuro provoca que sobrecarguemos a los niños.

Además, deberíamos tener mayor cuidado con las pantallas. Son las niñeras del mundo moderno, pero están provocando un gran daño especialmente a los preadolescentes. Se está empezando a lidiar en las aulas con problemas de atención y de comprensión lectora, porque, en suma, tampoco leemos como antes. Ahora todo es muy visual y motivador, factor influido por los algoritmos que nos dan todo lo que nos gusta. En definitiva, nuestro mundo se centra en una sola temática.

El dilema está en los centros educativos, pues hay grandes discrepancias; ¿qué hacemos para llamar su atención cuando a nivel tecnológico todo funciona diferente? Van a tener que escuchar a los docentes hablar de temas que quizás no son de sus favoritos.

Las generaciones anteriores éramos más funcionales; hemos podido sobrevivir a este cambio terrible, justamente porque nuestro cerebro está desarrollado con una forma que corresponde a un cerebro más creativo. La creatividad ayuda a adaptarse a lo nuevo.

Yo recomiendo generar ‘islas de la calma’, un concepto de la técnica del mindfulness que me encanta. Son solo 15 minutos diarios para desconectar de las presiones y de las tecnologías, para conectar con nosotros mismos y con nuestro círculo social cercano.

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Se está empezando a lidiar en las aulas con problemas de atención y de comprensión lectora

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Has dedicado gran parte de tu trayectoria profesional a programas destinados a niños y adolescentes en situaciones de vulnerabilidad y exclusión social. Desde la Administración pública, ¿qué medidas escasean para ayudar a estos chicos y chicas?

—Yo he trabajado con niños en situaciones terribles. De hecho, muchos eran considerados peligrosos. En nuestros talleres teníamos acuerdos con los centros de menores y los niños y adolescentes venían para hacer trabajos artísticos. En realidad, era todo una excusa para impulsar su autoestima ofreciéndoles una actividad que les gustara y, asimismo, se les diera bien. También los ayudábamos técnicamente a que fueran buenos en ello.

Al final, creábamos un espacio de normalidad e inclusivo con otros niños que no tuvieran ningún tipo de problemática social y/o de salud mental. Funcionaron durante largos años, aunque tras la pandemia tuve que derivar parte de mi trabajo a la consulta.

Por tanto, considero que se necesitan programas de inclusión real, donde los niños y adolescentes en situaciones de vulnerabilidad y exclusión social conecten con otros niños y adolescentes, y donde lleven a cabo hobbies que sean relajantes y se les den bien. Todo ello requiere de una formación para los profesionales de la educación y la salud mental sin carencias y con un temario actualizado.

 

Guía urgente para criar con calma, el ABC de la crianza consciente

Gabriela Leonardt

Editorial: Toromítico

21 € / 336 págs.

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