La fraternidad es nuestra nación

La generosidad del también vulnerable supera la admiración que reservamos para cualquier protagonista de la literatura más épica.
Pablo RoviraMartes, 28 de October de 2025
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Decenas de voluntarios continúan extrayendo lodo de las calles, este domingo, en la población de l`horta Sud de Catarroja. © EFE / Miguel Ángel Polo

No fueron héroes, fueron supervivientes que, en medio del lodazal, reaccionaron de manera heroica. Por eso la grandeza mostrada se eleva frente a la herencia narrativa de los mitos, por encima de los dioses caprichosos de los clásicos y de las capacidades sobrehumanas de los superhéroes de Marvel. La generosidad del también vulnerable supera la admiración que reservamos para cualquier protagonista de la literatura más épica.

Hace un año, en aquella fatídica tarde, los brazos se tendían por el balcón para agarrar a vecinos arrastrados por la riada, y jóvenes subieron a ancianos sin capacidad ni fuerzas para correr al lugar seguro de los pisos superiores.

En esos momentos, nadie vestía capa, pues no hay acreditaciones de héroe repartidas sino que, en la improvisación, ya digo, durante la supervivencia, surgió la más hermosa fraternidad.

En la improvisación, durante la supervivencia, surgió la más hermosa fraternidad

La continuamos observando los días siguientes, la improvisación y la fraternidad, que ya era abandono –y los tribunales dirán si incluso negligencia– y un movimiento solidario y espontáneo. La juventud no tuvo órdenes que obedecer, como argumentan los que esperaban instrucciones, porque no hay mandato más potente que el que sale de la propia conciencia.

Vimos el sentido de comunidad en su versión más práctica. Vecinos ayudando a vecinos. Ciudadanos, jóvenes y no tan jóvenes, cruzando media Valencia con bolsas de alimentos a rastras. Valencianos, españoles, extranjeros, acudiendo al auxilio o auxiliando desde sus territorios para que la ayuda llegara.

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Vimos el sentido de comunidad en su versión más práctica

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Qué contraste entre esta realidad y las historias. Los mitos contemporáneos construidos por el cine norteamericano trazan una humanidad que tiende al canibalismo social cuando se enfrenta al abismo de la supervivencia. Desde Mad Max a Walking Dead, el género de las distopías nos revela el egoísmo como nuestra respuesta natural en el apocalipsis.

Sin embargo, no nos reconozco en el reflejo de ese espejo cultural. Al contrario, la pandemia y, hace un año, la catástrofe de la dana nos mostraron ejemplos de fraternidad, solidaridad y colaboración por doquier. En la supervivencia, los valencianos, los españoles, responden desde los más altos valores humanos. “Qué admirables somos cuando pintan bastos”, escribió Pérez-Reverte.

Esta actitud también se vio en la escuela que embarró la riada. Desde el día siguiente, el profesorado acudió a adecentar los centros destrozados, conscientes de que la escuela vertebra una comunidad, y que abrir las puertas pronto significaba ofrecer un lugar seguro a la infancia cuyas familias recuperaban mientras una vida entre el fango. Así, son numerosos los detalles que se versan en las historias, como la merienda que preparó la comunidad marroquí de La Torre para los profesores que ponían a punto el CEIP Padre Manjón, o las personas que, tras vaciar sus estanterías, desfilaban hacia los institutos de Benetússer para alimentar las bibliotecas perdidas con el agua.

En un momento en el que el foco está en la polarización en las posturas sobre el Estado, la luz ilumina una verdad sobre nosotros: la fraternidad es nuestra nación. El sentido de comunidad, palabra tan vilipendiada al nombrar las cosas, es nuestra patria. Así, comunidad de vecinos, comunidad educativa, Comunitat Valenciana, se resignifican como seña de identidad en las que nos reconocemos en los otros sin necesidad de enarbolar banderas ni símbolos.

Un año después, que no ceda el empeño a otros afanes e intenciones. Nuestra verdadera cara, la que nos mueve en la calamidad, es el mejor de nuestros perfiles como humanos, como educadores, como comunidad.

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