Mar Romera se pregunta qué escuela necesitamos
La experta en inteligencia emocional Mar Romera imparte un taller con niños de 3º de Educación Primaria en el CEIP Pan y Guindas de Palencia.
La pedagoga Mar Romera no necesita alzar la voz para sacudir conciencias. Su discurso, tan combativo como sereno, se ha convertido en una referencia entre el profesorado que busca devolver sentido a la escuela. Defensora del juego, la emoción y la infancia, autora de títulos como La familia, la primera escuela de las emociones, La escuela que quiero y Olas en la barriga, Romera advierte que el sistema educativo español está agotado, los maestros están cansados y los niños, tristes. “Necesitamos un revulsivo total que coloque a los niños en el centro del sistema y devuelva la ilusión a los docentes porque no se puede ser maestro si se es pesimista”.
Invitada por el sindicato ANPE, Mar Romera ha participado en Palencia en varios talleres con niños de Educación Primaria, una charla sobre transformación e innovación en los centros educativos dirigida a profesionales, equipos directivos, orientadores y docentes y ha pronunciado una conferencia sobre educación emocional. Lo ha hecho en un momento en el que la preocupación por el suicidio infantil, el acoso escolar y la salud mental del profesorado reabre el debate sobre qué escuela necesita la sociedad actual.
Mar Romera no esquiva el diagnóstico cuando afirma que “tenemos un sistema educativo idéntico al de hace casi un siglo”. La escuela, dice, sigue organizada con la misma lógica. “En 1925 los maestros ya se quejaban de que los alumnos no sabían leer ni escribir. Hoy seguimos diciendo lo mismo. No hay otra profesión que funcione igual que hace cien años”.
En 1925 los maestros ya se quejaban de que los alumnos no sabían leer ni escribir. Hoy seguimos diciendo lo mismo. No hay otra profesión que funcione igual que hace cien años
"Romera no culpa al profesorado ni al alumno, sino a una estructura obsoleta que ha perdido su sentido. “Estamos fuera de juego. La escuela nació para compensar lo que no se daba en casa, pero hoy el reto es otro. La escuela del siglo XXI debe ser una escuela que acompañe, que enseñe a cuidar y que nos enseñe a preguntar”. “No he dicho que cuide, sino que enseñe a cuidarse, a cuidar a los demás y al entorno. La escuela tiene que enseñar a preguntar, no solo a contestar. Y eso requiere valentía y autonomía pedagógica”, insiste.
Es más, no duda en afirmar que “a la escuela le sobran recursos. Le sobran asignaturas, le sobran estándares, le sobra burocracia, le sobra jerarquía”.
En su opinión, el problema no es de dinero, sino de dirección. “A la escuela le falta autonomía pedagógica y le falta profesionalidad de los equipos directivos. Las decisiones deben tomarse en los centros, no desde los despachos”, sostiene mientras demanda menos control y más confianza y autonomía en los equipos directivos y los docentes porque a su juicio, el exceso de burocracia y de rigidez normativa ahoga la innovación y desgasta a los maestros. “El profesorado está mal, muy mal. Hay absentismo, cansancio, desmotivación. No porque no quiera trabajar, sino porque no se siente acompañado ni cuidado”, asegura.
La escuela es más necesaria que nunca, pero su sentido no es el aprendizaje. La escuela debe ser un lugar para preguntar, no para contestar
"En este contexto, Romera asegura contundente que “la escuela es más necesaria y más importante que nunca, pero el sentido de la escuela no es el aprendizaje”.
Explica que, en pleno siglo XXI, el aprendizaje está en todas partes, pero el cuidado y la tribu solo pueden encontrarse en la escuela. “Los niños necesitan un espacio donde sentirse incluidos, escuchados y queridos. La escuela debe ser ese lugar”, sostiene. Por eso define su visión de la escuela con tres verbos esenciales, aprender, cuidar e incluir . “Cuidar no es solo cubrir necesidades básicas, sino cuidar integralmente de las personas, de ti, de los que te rodean y del planeta”, insiste
Y si tuviera que reformular el propósito de la educación, lo haría partiendo del error de pensar que la escuela es un lugar pensado para contestar. “Es un error, un error muy grande. La escuela debe ser un lugar pensado para preguntar, para aprender a preguntar”.
Un argumento que ilustra con la anécdota del Nobel de Física Isidor Rabi, que decía que al salir del colegio su madre nunca le preguntaba qué había aprendido, sino si se había hecho una buena pregunta. Ese es, en su opinión, el cambio que se necesita, una escuela que despierte la curiosidad, que escuche, acompañe y enseñe a cuidar. Una educación que no se basa en la memorización ni en los estándares, sino en la pregunta, la emoción y la convivencia.
No se puede ser maestro si se es pesimista
"Romera reconoce el agotamiento emocional del profesorado, pero pide recuperar la ilusión y asegura que “ningún maestro puede ser pesimista” porque la función del maestro o la maestra es creer y transmitir que mañana vamos a estar mejor.
Defiende que el sistema ha descuidado la vocación y el bienestar emocional del docente , lo que explica el aumento de bajas y la sensación de desánimo general. “Necesitamos empoderar la función docente. La educación obligatoria no está para aprobar y suspender, sino para desarrollar al máximo las capacidades de cada niño. No podemos ser una inquisición que decida quién vale y quién no“.
Preguntada por el aumento de casos de acoso escolar, Romera es tajante cuando afirma que el problema no es nuevo, pero lo que ha cambiado es la fragilidad emocional. “Nuestros niños son débiles porque los sobreprotegemos. Están sobreestimulados, sin espacio para superar retos. No les dejamos superar dificultades, y el cerebro está diseñado para afrontar retos”.
Para ella, el acoso es un síntoma del mismo sistema que olvida el cuidado. “La víctima necesita protección, pero también el agresor. Un niño que agrede casi siempre es víctima en otro sitio. El acoso empieza en la familia, se alimenta en el barrio y se cronifica en una escuela que no cuida ni incluye”.
Romera pide sensatez frente a la polarización: ni demonizar las pantallas ni entregarse a ellas. “No se trata de prohibir, sino de acompañar. Un niño no debería tener un dispositivo individual antes de los seis años, pero lo importante es el uso adulto, no la herramienta”.
Advierte que los discursos extremos confunden lo neurológico con lo social. “Tenemos que enseñar un uso responsable y crítico. Lo esencial no es la pantalla, es la pregunta que se hace con ella”.
“No tendría sentido que un docente en activo en 2025 no utilizara inteligencia artificial. Pero la IA no la debe usar el niño, sino el maestro. Lo importante es enseñar a pensar, no a pulsar botones”.
Romera denuncia que España lleva más de treinta años “jugando al parchís” con la educación. “Desde 1990 no ha habido una reforma real. Solo cambios de nombre. Lo esencial no se ha tocado”, afirma.
Critica también la fragmentación en 17 sistemas autonómicos: “Eso solo garantiza empleo en la administración”, afirma mientras insiste en que la educación obligatoria no está para aprobar o suspender, sino para desarrollar al máximo las capacidades de cada niño. “Menos es más. Más autonomía para los equipos docentes y todo lo demás, las leyes, las reformas, los cambios de gobierno solo son puro juego político”, demanda.
En tiempos de desánimo y confusión, Mar Romera invita a mirar la escuela con esperanza, una escuela que ponga a los niños en el centro y devuelva la ilusión a los maestros.



