Rosalía y el regreso de la interioridad: educar la apertura en tiempos de ruido
No se trata de un gesto religioso en sentido institucional, sino de una afirmación existencial. En pocas palabras, Rosalía pone en juego un lenguaje de interioridad que parecía perdido en la cultura del éxito y la inmediatez. Su frase resuena con lo que muchos jóvenes –y adultos– experimentan hoy: una búsqueda silenciosa de sentido en medio del ruido.
- La interioridad como resistencia cultural
Byung-Chul Han habla de la sociedad del cansancio y del yo transparente: un sujeto agotado por la autoexposición y la obligación de mostrarse siempre productivo, visible y feliz. En ese contexto, hablar de silencio, apertura y trascendencia es un acto casi contracultural. Rosalía, sin proponérselo como tesis filosófica, expresa de modo intuitivo una reacción ética frente a esa presión: no controlar, sino confiar; no llenar todos los espacios, sino dejar que algo –o Alguien– los habite.
Charles Taylor, por su parte, explica que vivimos en una era secular, donde la fe ya no es la opción “natural”, pero la necesidad de trascendencia permanece. Muchos jóvenes, aunque se declaren “no religiosos”, buscan experiencias de profundidad, conexión o plenitud que los rescaten de la dispersión. En ese terreno ambiguo –entre lo espiritual y lo secular– se abre un nuevo lenguaje de lo sagrado.
- Espiritualidad y confianza
Cuando Rosalía habla de “abrirse”, no parece hacerlo desde una doctrina, sino desde la experiencia. En eso coincide con una sensibilidad postsecular que no niega lo espiritual, que se asocia con “abrirse a algo”. Todo ello refleja una maduración cultural: el retorno de lo interior no como refugio intimista, sino como forma de libertad.
Simone Weil afirmaba que “la atención pura es oración”. En un tiempo dominado por la distracción, esa frase adquiere un valor educativo enorme. Atender, esperar, aceptar: son actos interiores que requieren presencia, confianza y silencio. No se enseñan con teorías, sino con ejemplos y espacios que lo permitan.
- Educar la apertura: una tarea pendiente
La educación contemporánea, centrada en resultados y competencias, corre el riesgo de olvidar que el aprendizaje más profundo brota de la interioridad. Educar la apertura significa enseñar a vivir desde dentro, a habitar el silencio, a confiar sin tenerlo todo bajo control. Los docentes que acompañan adolescentes y jóvenes lo perciben cada día: detrás de la hiperconectividad hay una sed de autenticidad, de comprensión y de calma.
Cuando Rosalía habla del vacío, no lo presenta como un problema, sino como una oportunidad. Esa idea –que también encontramos en San Agustín, en el misticismo y en el mindfulness– invita a descubrir el “vacío fértil”: el espacio donde algo nuevo puede nacer. En el aula, esto puede traducirse en metodologías que integren la reflexión personal, el tiempo sin prisa, la escucha activa y la expresión emocional.
- El papel del arte y la cultura
Que una artista global como Rosalía hable de Dios, del vacío o de la confianza sin miedo a la incomprensión muestra un cambio en la sensibilidad cultural. El arte vuelve a ser un lenguaje de trascendencia, capaz de decir lo que las religiones o la filosofía a veces no alcanzan a expresar. Esa apertura simbólica tiene un enorme valor educativo: ofrece a los jóvenes un modelo distinto al del éxito material. La belleza se convierte en mediadora de lo espiritual.
- Conclusión: confianza y comprensión
En un mundo que premia la velocidad y la productividad, reaparece una palabra olvidada: confianza. Confiar es aceptar que no lo controlamos todo, que hay un sentido más grande que nos habita. Esa confianza es la base de toda educación auténtica, porque solo quien confía puede aprender, crear y amar.
Rosalía, con su lenguaje poético y espontáneo, pone palabras a una intuición colectiva: la necesidad de volver a lo esencial, de habitar la interioridad sin miedo, con aceptación y apertura. Esa es también la tarea de la educación del siglo XXI: formar seres humanos capaces de silencio, de profundidad y de trascendencia, incluso en medio del ruido.
