Urra y cómo subsanar los vínculos: "El apego es esencial, pero no está en nuestras manos"
En este nuevo episodio de ¡Hip, hip, Urra!, el psicólogo Javier Urra aborda cómo sanar, en lo posible, el sufrimiento derivado de vínculos y apegos que no existieron o fueron inseguros. Desde una mirada realista y compasiva, sostiene que el pasado no puede reescribirse, pero sí puede resignificarse, entender lo vivido y reparar lo que se pueda.
Como nos cuenta Urra a través de las experiencias que ha visto, la vida no es justa, y que el entorno moldea el desarrollo temprano. Desde ahí plantea el núcleo del episodio, el apego y el vínculo como ejes fundacionales de la seguridad emocional.
El reto del vínculo
Urra contrapone dos realidades, la de quienes nacen en familias que esperan, cuidan y arropan y la de quienes crecen en hogares atravesados por la falta de tiempo, la precariedad, la adicción, la enfermedad mental o la depresión crónica. En estos contextos, dice, emergen distancias afectivas, fallos de engranaje emocional y dudas persistentes en la adultez sobre si uno fue querido.
Pero subraya que el determinismo biográfico no debe inmovilizar, “No puedo cambiar el pasado; no debo hipotecar el presente y el futuro por lo que aconteció o creo que aconteció”. Propone, en cambio, una ética de reparación, detenerse, evaluar, “cambiar la rueda” si hace falta y retomar el camino. Igual que un deportista que se fractura y más tarde vuelve a competir, la persona puede reconstituir su proyecto vital y ser una buena pareja, un buen colaborador, un padre razonablemente ejemplar.
La educación emocional temprana
Urra reivindica los primeros años como etapa crítica, esos juegos de “cucú-trás” no son banales, son pactos de confianza y seguridad. Cuando hay maltrato o violencia, el daño es real, pero insiste en la capacidad humana de rehacer trayectorias.
Se da una tendencia a explicar cada dificultad adulta por “un vínculo inseguro”. Puede ser una causa, concede, pero no la coartada para no actuar. El foco, afirma, debe desplazarse del reproche perpetuo a padres o abuelos hacia la responsabilidad presente, estar “con, por y para los otros”. Decir lo que haya que decir con asertividad, sin gritos ni amenazas, apoyar y colaborar. Así se cultiva un círculo virtuoso entre el buen vínculo con los demás y la autoestima propia.
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