Mentoría, colaboración y liderazgo escolar: los pilares para asegurar profesorado altamente efectivo
La investigación educativa ha confirmado reiteradamente que el profesorado es el factor escolar más influyente en el aprendizaje y desarrollo del alumnado. Sin embargo, conseguir que todas las escuelas cuenten con docentes altamente efectivos sigue siendo un reto pendiente. Un reciente informe del Annenberg Institute de la Universidad de Brown revisa la evidencia más actual y propone seis principios interrelacionados para lograrlo: la adecuación entre docente y contexto, el entorno profesional, el capital social, el acompañamiento personalizado, los materiales instruccionales y el liderazgo directivo.
La eficacia docente, una cuestión de contexto
Lejos de centrarse exclusivamente en las características individuales del profesorado, el estudio pone el foco en la interacción entre docentes, alumnado y el entorno educativo. “La eficacia es el producto de la interacción entre los docentes, su alumnado y sus contextos específicos”, subrayan los autores, Hannah C. Kistler, Kate Donohue, John P. Papay, Emily Kalejs Qazilbash y Nathaniel L. Schwartz.
Uno de los hallazgos clave es la importancia del “match and fit”, es decir, la compatibilidad entre el docente y el centro, así como entre el docente y su alumnado. El estudio destaca que el ajuste entre las creencias, valores y capacidades del profesorado y la cultura o enfoque pedagógico del centro puede marcar una diferencia en los resultados del alumnado, especialmente en contextos con estudiantes con discapacidad o multilingües.
Un entorno profesional que impulse la mejora
El informe destaca que el entorno profesional del centro escolar es fundamental para atraer, retener y desarrollar profesorado efectivo. Las escuelas más exitosas son aquellas que promueven una cultura de colaboración, confianza y apoyo mutuo. En este sentido, el liderazgo escolar es esencial: “Los directores crean la cultura y las condiciones organizativas del centro, establecen altas expectativas y aseguran que el profesorado disponga de las herramientas necesarias para enseñar”.
“Las escuelas necesitan culturas de colaboración y liderazgo para lograr cambios sostenibles”
Sin embargo, en muchos contextos —incluido el español—, los marcos normativos y las prácticas institucionales no siempre permiten a los equipos directivos ejercer ese liderazgo pedagógico transformador. Como explicó Ernest Castelló en Magisterio en su artículo “El modelo de dirección y gestión de centros educativos está obsoleto”, persisten modelos de gestión centrados en lo administrativo, que dificultan que los directores puedan liderar procesos de innovación, cohesión de equipos o mejora de la práctica docente. Esta situación contrasta con el perfil de liderazgo que describe el informe de la Universidad de Brown, basado en la capacidad de generar entornos colaborativos, establecer visiones pedagógicas claras y crear las condiciones para el desarrollo profesional docente.
Formación inicial, contratación y desarrollo profesional: una cadena continua
El informe estructura sus recomendaciones a lo largo del ciclo vital profesional del docente, desde la formación inicial hasta el desarrollo continuo. En relación con los programas de formación docente (TPP, por sus siglas en inglés), se señala que “los programas más exitosos son aquellos que combinan una captación intencionada de candidatos con buenas prácticas de mentoría clínica”.
También se reconoce el valor de los programas alternativos —como las residencias docentes o Teach For America (o su versión española Empieza por Educar)— siempre que incluyan tutoría, retroalimentación y estén adaptados a los contextos específicos.
En la fase de contratación, la evidencia señala que prácticas como la contratación anticipada y basada en información detallada generan mejores resultados. No obstante, los autores advierten que “los directores no siempre seleccionan a los docentes más eficaces, incluso cuando tienen acceso a información relevante”.
Una vez en el aula, el desarrollo profesional debe ser continuo, individualizado y práctico. El estudio destaca especialmente el papel del acompañamiento mediante mentoría y coaching, así como los programas de inducción para docentes noveles, que mejoran su práctica y aumentan su retención. “El coaching individualizado es particularmente efectivo, aunque requiere una inversión significativa”, apuntan.


