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Termina un curso para olvidar en el plano político y mediocre en lo educativo

Miércoles, 11 de June de 2025
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© STOKKETE

Quizá a muchos de ustedes les sorprenda volver desde esta página editorial a la negatividad de antaño. Siempre hemos reivindicado que en el ámbito de la educación nada es lo que parece ni cómo aparece en los medios de comunicación y que, por ende, siempre hay que distinguir entre la política educativa y la realidad educativa; sin embargo, termina un curso enfangado por el cáncer de la política de la que, –ay– la mentablemente no nos podemos sustraer.

Este curso carece por completo de relevancia desde el punto de vista de las reformas –inexistentes– o de los cambios de rumbo –tan necesarios para enderezar la maltrecha imagen educativa de nuestro país– y, en cambio, terminamos un año escolar marcado por la inercia, cuando no el retroceso, en el rumbo que debíamos tomar. No se ha hecho nada casi desde ninguna instancia educativa (y no digamos desde la calle Alcalá, sede del Ministerio) donde la ministra ha estado más atenta a su papel de portavoz de un Gobierno a la deriva que de las necesidades de nuestros alumnos, padres y profesores.

En su papel de vocera del Gobierno no ha hecho sino sobrevivir a las continuas idas y venidas a juzgados y platós de los otrora ministros cuasiplenipotenciarios del Gobierno (leáse Ábalos, etc.) y de la familia más cercana del presidente (el hermano y la mujer) sumidos en presuntos casos de corrupción o de enchufismo y otras actividades más o menos delictivas.

En definitiva, estamos en un año que, a nivel político, se recordará como un periodo negro de nuestra historia y, a nivel escolar, pues según de quién hablemos, puesto que quien haya aprovechado sus años de educación para crecer como persona y como ciudadana podrá superar con más recursos el pesimismo generalizado y quien no, deberá hacer un esfuerzo suplementario para salir adelante en medio de esta crisis generalizada de credibilidad en las instituciones, de guerras a las puertas de Europa y aun dentro de ella, de masacres como la de Gaza, etc. En fin, si volvemos al optimismo propuesto al principio de este editorial, debemos concluir con que el mejor consejo que podemos dar a las futuras generaciones es que no se miren en el espejo cóncavo de nuestra clase política sino que sigan los mejores ejemplos que encuentren a su lado y siga cada uno su camino haciendo caso omiso de rencores y maledicencias, construyendo un mundo mejor y más solidario, y también menos individualista.

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