Campus Cáritas Madrid: en busca de una vocación profesional para jóvenes en situación de exclusión

Este espacio de formación integral acompaña a jóvenes en situación de vulnerabilidad para que descubran su vocación, refuercen su autoestima y accedan al empleo.
Alba BartoloméLunes, 21 de July de 2025
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© ADOBE STOCK

“Cuando los jóvenes se sienten escuchados, responden”, dice Alfonso Loriga Bardaxin, responsable de Campus Cáritas Madrid, un espacio de formación diseñado especialmente para jóvenes en situación de vulnerabilidad social.

Muchos de ellos llegan tras haber sufrido fracaso escolar, largos periodos de inactividad o experiencias de exclusión. Frente a esa realidad, este proyecto ofrece una respuesta educativa integral: formación técnica en sectores con futuro como la tecnología o el empleo verde, acompañamiento emocional, actividades prelaborales y espacios de ocio educativo.

El Campus no solo busca enseñar una profesión, sino reconstruir la confianza, despertar la motivación y abrir caminos reales hacia la inclusión laboral y social. Para conseguirlo, detrás del proyecto hay un equipo de profesionales comprometidos y una apuesta clara por mirar a cada joven como una persona única, con potencial y derecho a oportunidades. Hablamos con el responsable del proyecto para conocer más de cerca esta iniciativa social que está cambiando vidas.

¿Cómo nace este proyecto y cuál es su objetivo principal?
–Campus Cáritas Madrid surge como respuesta a las necesidades de muchos jóvenes que ya estaban vinculados a Cáritas a través del acompañamiento a sus familias. Vimos que era necesario ofrecerles una atención más directa y personalizada, especialmente enfocada en la inserción laboral. Este proyecto no nace de cero ni funciona de forma aislada: se integra dentro del Servicio Diocesano de Empleo, donde otros compañeros desarrollan una labor tanto previa como posterior a nuestra intervención. Gracias a este trabajo en red, podemos ofrecer un acompañamiento mucho más completo y efectivo a quienes nos piden ayuda.

¿Qué tipo de formación ofrece el Campus?
–Nuestra propuesta se basa en itinerarios formativos flexibles. En una primera fase, los jóvenes realizan cursos cortos —de unas 30 horas— cuyo objetivo es despertar su interés y ayudarles a descubrir una posible vocación profesional. A partir de ahí, pueden acceder a formaciones más especializadas, orientadas ya claramente a la inserción en el mercado laboral.

¿En qué se diferencia de otros programas dirigidos a jóvenes en situación de desempleo o exclusión social?
La diferencia está en el enfoque: aquí no se trata solo de formar técnicamente, sino de acompañar desde lo personal y ofrecer opciones adaptadas a sus ritmos y necesidades. Además, los cursos están muy orientados a sectores donde hay demanda de personal cualificado: logística, atención sociosanitaria, hostelería, nuevas tecnologías, reformas… Elegimos las formaciones pensando en el mercado laboral, pero también en las posibilidades reales de cada joven.

¿A qué perfil de jóvenes va dirigido?
–Principalmente trabajamos con dos perfiles. Por un lado, jóvenes que están en proceso de descubrir su orientación profesional, que aún no tienen claro a qué quieren dedicarse. Por otro lado, personas que necesitan una formación rápida y efectiva para incorporarse cuanto antes al mercado laboral. En ambos casos, lo esencial es que el itinerario sea significativo para ellos.

¿Y cómo se consigue este reto?
–No repitiendo los errores que llevaron a muchos de estos jóvenes a abandonar sus estudios. Nuestras formaciones están pensadas para ser atractivas, breves y, sobre todo, elegidas por ellos. Buscamos que se sientan protagonistas del proceso. No queremos que vivan la formación como una obligación impuesta, sino como una oportunidad que tiene sentido en su vida.

¿Tienen contacto con empresas o experiencias prácticas que les acerquen al mundo laboral?
–Sí, de hecho, organizamos lo que llamamos Training Jobs: sesiones en las que las propias empresas visitan el Campus para contar sus necesidades, sus procesos de selección o qué perfiles buscan. También hacemos visitas a sus instalaciones para que los jóvenes conozcan los entornos reales de trabajo y puedan imaginarse allí. Son momentos muy valiosos donde se rompe la distancia entre formación y empleo.

¿Qué papel juega el acompañamiento emocional y personal dentro del itinerario formativo?
–Es clave. Si solo trabajáramos la parte técnica, estaríamos dejando fuera una parte esencial que, en muchos casos, está en el origen de sus dificultades. El acompañamiento emocional les permite sentirse escuchados, valorados, respetados. Trabajamos con ellos como personas, no como expedientes. Y eso marca la diferencia. La intervención debe ser siempre integral.

¿Qué impacto está teniendo el Campus en las vidas de los jóvenes?
–Estamos viendo resultados muy esperanzadores. Una de las historias que más nos inspira es la de un joven que llegó al Campus sin saber qué quería hacer con su vida. Hoy es consultor y viaja por todo el mundo. También hemos acompañado a personas que, gracias a los cursos dentro del itinerario de arraigo sociolaboral, han podido obtener su permiso de trabajo. Ahora tienen empleo, estabilidad y la tranquilidad de contar con toda su documentación en regla. Son ejemplos que nos recuerdan que una formación bien planteada puede cambiar radicalmente una vida.

En este cambio, el papel de los educadores es esencial ¿con qué tipo de profesionales cuenta el equipo del Campus y cómo contribuyen al proyecto?
–El equipo está formado por tres educadores que trabajan directamente con los jóvenes, cuatro orientadores laborales —una de ellas especializada en juventud—, dos personas en tareas administrativas y un responsable de proyecto. Y no podemos olvidar a nuestros voluntarios, que colaboran de forma constante y generosa en muchísimas tareas. Sin ellos, sería imposible sacar adelante el proyecto. Todos compartimos una misma mirada: acompañar desde el respeto, la escucha y la confianza.

Respeto, escucha, confianza… ¿qué aporta una iniciativa como esta al debate público?
–Demuestra que cuando los jóvenes se sienten escuchados, acompañados y valorados, responden. Pero para eso hay que entender que sus necesidades no son las mismas que las de los adultos. Nuestro papel no es imponer, sino estar cerca, apoyar, abrir caminos y confiar. No podemos quejarnos de que están desmotivados si no les preguntamos primero qué quieren o qué necesitan. Hay que ofrecerles alternativas, pero también dejar que elijan, que se equivoquen, que decidan.

Los jóvenes son el futuro…
–Sí, los jóvenes son el futuro, pero también son el presente. Todo el trabajo que hagamos hoy con ellos es una inversión directa en la sociedad que queremos construir. Necesitan herramientas, sí, pero también tiempo, escucha y referentes. Merece la pena apostar por ellos, estar cerca, acompañarlos. El impacto que se puede lograr es enorme.

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