Fin de curso y acción de gracias
En esta vida todo tiene un principio y un final. También el curso escolar, en apariencia interminable cuando se está inmerso en él, llega a su fin irremediablemente. Terminaron las clases y es el momento de recoger los frutos, de hacer balance del esfuerzo realizado y, en algunos casos, de poner punto final a una vida dedicada a la docencia o a una etapa educativa concreta.
El curso llega a su fin y puede que las circunstancias de cara al nuevo curso cambien del todo, ya sea por una jubilación o por un cambio de destino, y por eso se presente la ocasión ideal para dar gracias a Dios por todas esas personas que se cruzaron en nuestro camino, por los buenos momentos vividos a su lado o por la ayuda prestada y recibida. Y la cosa no queda sólo ahí, pues el agradecimiento puede ir acompañado por el reconocimiento de nuestras limitaciones, de nuestras faltas de delicadeza o de profesionalidad, y por la petición de perdón y el consiguiente propósito de mejora. Un propósito que debe recibir el apoyo imprescindible por parte de las personas que más nos quieren y, por eso mismo, también del que más nos ama y es nuestro Padre.
