Los ecosistemas: ¿por qué su preservación es fundamental para la vida humana?
Los ecosistemas están en equilibrio si sus elementos y las relaciones entre ellos se mantienen inalterables © ADOBE STOCK
Un ecosistema es una área geográfica en la cual el conjunto de organismos, el medio físico o hábitat en el que viven, y las relaciones que se establecen entre ellos forman un sistema biológico de gran complejidad.
Todos los ecosistemas están constituidos por elementos bióticos, aquellos que poseen vida (todos los seres vivos), y abióticos, los que, por el contrario, no tienen vida (por ejemplo, las condiciones climáticas o la variación del pH).
Asimismo, las relaciones entre los elementos bióticos se desglosan en dos tipos: intraespecíficas, entre individuos de la misma especie, e interespecíficas, con miembros de otras especies. En dichas interacciones interfieren los recursos que el propio ecosistema ofrece a los organismos y los diversos flujos de energía que convergen en él.
La clasificación de los ecosistemas
- Terrestres: aquellos en los cuales los seres vivos habitan en el suelo y subsuelo. Estos desarrollan rasgos físicos muy diferentes entre sí, pues hay múltiples factores que los condicionan, como la disponibilidad de agua y luz, el clima o la altitud y latitud.
- Acuáticos: los organismos desarrollan sus funciones vitales en el agua, ya sea salada (mares y océanos) o dulce (ríos y lagos). A diferencia de los ecosistemas terrestres, los seres vivos que habitan en el agua comparten muchas peculiaridades para poder adaptarse al medio acuoso.
- Mixtos: son zonas intermedias entre ecosistemas terrestres y acuáticos que comparten características con los dos tipos anteriores, como los humedales o las costas. Suelen ser lugares de transición, donde los organismos que por allí pasan no suelen vivir permanentemente. Utilizan esta clase de ecosistemas para reproducirse o poner huevos, por ejemplo.
- Microbianos: están compuestos por organismos microscópicos que pueden desarrollarse en prácticamente cualquier ambiente, ya sea acuático, terrestre e incluso en el interior de organismos mayores.
- Artificiales o antrópicos: son creados o intervenidos por el ser humano. Los ecosistemas urbanos, agrícolas o los embalses han sido constituidos por los seres humanos, y cada vez son más comunes.

La base de cualquier ecosistema: las cadenas alimentarias
Una de las principales funciones que caracterizan un ecosistema son las relaciones tróficas entre dos organismos; un organismo es alimento de otro. El organismo consumidor, a su vez, puede ser ingerido por otro que forma parte del mismo ecosistema.
Así, se forman las cadenas alimentarias compuestas por varios niveles tróficos. Las especies que se ubican en el mismo nivel trófico comparten el origen de su alimento dentro del ecosistema en el que habitan. La cadena alimentaria afecta al equilibrio de un ecosistema.

Los niveles tróficos
Las cadenas alimentarias están divididas en tres niveles tróficos.
- Productores: los llamados autótrofos, ya que son capaces de generar su propio alimento (materia orgánica) a través de la fotosíntesis. Efectivamente, este primer eslabón en la cadena alimentaria lo constituyen las plantas, las algas y filtroplancton, y algunas bacterias.
- Consumidores: son organismos heterótrofos porque necesitan nutrirse de otros seres vivos para adquirir la materia y la energía que necesitan. La mayor parte de los animales están categorizados como consumidores.
- Descomponedores: se alimentan de restos de seres vivos. Gracias a ellos, es posible el reciclaje de nutrientes en la naturaleza. Los descomponedores son los hongos, las lombrices y también algunas bacterias.
El equilibrio natural de un ecosistema
Los ecosistemas están en equilibrio si sus elementos y las relaciones entre ellos se mantienen inalterables. Este factor no quiere decir que todo se mantenga estanco, porque la biodiversidad de un ecosistema cambia constantemente; los seres vivos, nacen, crecen, se reproducen y mueren, además de que en muchos casos pueden desplazarse a otros hábitats.
El equilibrio en un ecosistema es sinónimo de resiliencia, que es la capacidad de volver a su estado inicial tras una perturbación. Un ecosistema es resiliente si es capaz de recolonizar una parte de sí mismo que se haya visto dañada, ya sea, por ejemplo, por un incendio o una marea de tempestad. Por el contrario, si no es resiliente una perturbación lo dañará para siempre y será irreparable.
El principal factor que rige el equilibrio de un ecosistema es la cantidad de seres vivos que componen su cadena alimentaria y los niveles tróficos. Cada nivel tiene una función específica en dicho ecosistema, por lo que la desaparición de uno o varios individuos genera un efecto en cadena y podría afectar al alimento base del resto. La mejor arma contra la destrucción de una cadena alimenticia es una gran biodiversidad: cuantos más individuos haya de cada especie, menos afectará la desaparición de alguno de ellos, ya que será más difícil quedarse sin alimento.
¿Por qué es tan importante conservar los ecosistemas?

Además de dar cobijo a múltiples organismos, la preservación de los ecosistemas tiene distintos beneficios para el medio ambiente.
- Purificación del agua, la tierra y el aire.
- Protección ante fenómenos climatológicos adversos.
- Estabilización del clima y los microclimas.
- Conservación de la flora y la fauna.
- Recursos naturales que son fuente de alimento y materia prima para la vida vegetal, animal y humana.
- Almacenamiento del carbono del planeta.
Gracias a todas estas funciones, la salud del medio ambiente se mantiene equilibrada, lo que favorece la lucha contra la contaminación y el cambio climático. La protección de la biodiversidad que alberga los ecosistemas es indispensable para la supervivencia de las especies y, por ende, de las cadenas alimentarias. De ellas depende la nutrición de cualquier ser vivo.
El equilibrio de un ecosistema no solo afecta a la vida vegetal y animal, sino también humana. Los seres humanos dependemos de los recursos que, por naturaleza, ofrecen los diferentes ecosistemas y todos ellos son fundamentales para la preservación de nuestra existencia.



