Los problemas de conducta afectan hasta al 7% de niños y niñas en edad escolar
En España, se calcula que hasta un 7% de los niños y niñas entre 5 y 12 años (niños hasta un 7%; niñas hasta un 3%) presentan trastornos de comportamiento. © ADOBE STOCK
Durante la infancia, los niños y niñas se encuentran en pleno desarrollo físico y mental, y en algunas ocasiones es posible que manifiesten ciertas conductas disruptivas. Un hecho aislado no tiene por qué condicionar todo su comportamiento. No obstante, es recomendable vigilar actitudes como la desobediencia a las normas o la autoridad, la agresividad física o verbal, la baja tolerancia a la frustración e incluso actitudes rencorosas o vengativas, ya que si se convierten en rutina pueden ser señal de un malestar emocional más profundo que requiere de su atención.
El entorno escolar como lugar de ‘desenfreno’ conductual
En España, se calcula que hasta un 7% de los niños y niñas entre 5 y 12 años (niños hasta un 7%; niñas hasta un 3%) presentan trastornos de comportamiento, fruto de problemas de conducta sostenidos en el tiempo los cuales no han sido enfrentados.
A lo largo de la etapa escolar de Educación Primaria, las situaciones más habituales son la desobediencia reiterada, la agresividad verbal o física, discusiones frecuentes, rabietas desproporcionadas o acusaciones constantes para justificar errores.
Mientras, cuando pasan a la Educación Secundaria es común que presenten comportamientos disruptivos persistentes que interfieren en la dinámica de la clase, desafíos a la autoridad, actitudes rencorosas y conflictos constantes con compañeros que alteran la convivencia en el aula.
Intervención temprana
Desde el Instituto de Salud y Bienestar Emooti, en colaboración con la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y la Universidad de Navarra, se ha elaborado una guía con una serie de pasos de actuación con el fin de detectar y frenar comportamientos que alteren al infante y su entorno.
El director general de Emooti e investigador de la UNIR, el Dr. Hilario Blasco-Fontecilla, asegura que “si no se interviene pronto” los problemas de conducta pueden “condicionar el futuro académico y social de los menores“: “solo así podremos evitar que se cronifiquen y afecten no solo al niño que las presenta, sino también al bienestar y la convivencia de toda la clase”, concluye Blasco-Fontecilla.
En función de la etapa educativa (primaria o secundaria), la estrategia de actuación es distinta.
Guía para alumnos de Educación Primaria
- Gestión en el aula: es importante establecer límites claros y marcar consecuencias lógicas, tanto para conductas negativas como positivas. Actuar con paciencia y asertividad es fundamental.
- Apoyo emocional: se basa en escuchar sin juicios ni comparaciones. Los profesores y tutores deben generar un vínculo de confianza que permita al niño sentirse comprendido y valorado.
- Implicación de la familia: desde los centros educativos, debe implementarse una estrategia compartida con el hogar, además de realizar un seguimiento que ponga al día de las novedades en la actitud del niño o la niña.
- Colaboración profesional: para casos recurrentes, es aconsejable contactar con un profesional de la salud mental de los pequeños, como el orientador o el psicólogo del colegio. Es relevante alinear el plan de actuación entre la escuela, el hogar y el profesional que lo atienda, de tal manera que el menor no se confunda y pueda volver al mismo problema conductual.
Guía para alumnos de Educación Secundaria
- Gestión en el aula: a través de la fomentación de talleres o programas que les ayuden a gestionar sus emociones y resolver conflictos.
- Apoyo emocional: generar espacios para que puedan expresarse de manera libre, además de incluir actividades de educación emocional en las cuales trabajen la empatía, la tolerancia a la frustración y la regulación de la ira.
- Implicación de la familia: al igual que en los alumnos de primaria, es esencial establecer y mantener contacto con los progenitores para informar sobre avances y retrocesos.
- Colaboración profesional: en los casos más complejos, la intervención conjunta con psicólogos y psiquiatras asegura un tratamiento integral de los problemas conductuales.



