Catherine L’Ecuyer: “No usar pantallas en la escuela no es ser antitecnología”
Doctora en Educación y Psicología, y autora de éxitos editoriales como Educar en el asombro o Educar en la realidad, L’Ecuyer considera que la introducción de tabletas en las aulas fue precipitada: “Antes de lanzarnos a la piscina había que hacer estudios, porque la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia de daño”.
Entre la tecnología y el aprendizaje
La investigadora subraya que no se trata de una oposición ideológica a la innovación: “Todos usamos tecnología en nuestro trabajo, pero la pregunta de si es útil para aprender es otra cosa”.
A su juicio, el uso de tabletas “constituye un puente hacia el uso recreativo” y no ha demostrado mejorar los resultados académicos. Más aún, señala que la multitarea digital obstaculiza la concentración y favorece hábitos poco compatibles con el aprendizaje profundo.
"No es una brecha digital, es una brecha socioeconómica. En los grupos más desfavorecidos hay más uso abusivo de pantallas"
Empresas tecnológicas y el negocio de la atención
L’Ecuyer rechaza la idea de que las compañías tengan un plan deliberado para dañar a los jóvenes, pero denuncia la lógica empresarial que las guía: “Las empresas no tienen intención, tienen una cuenta de resultados y una obligación con sus accionistas”.
En ese contexto, el producto ya no son los contenidos, sino el tiempo de uso de cada persona: “Estas compañías no están en el negocio de entregar contenidos, sino de entregar atención”. Un modelo que se consolidó, recuerda, con la venta masiva de publicidad a partir de 2012.
Advierte de que confiar en estas empresas para formar en un uso responsable es contradictorio: “Siempre hablarán de avanzar, nunca de retrasar, porque su negocio es enganchar”. Y lo expresa con una metáfora clara: confiar en que ellas eduquen a los niños sería “como dar las llaves de un coche a un adolescente de 14 años y pedirle que lo conduzca con responsabilidad”.
Según L’Ecuyer, esto se traduce en un “secuestro de la atención infantil y juvenil”, basado en estímulos intermitentes que generan dependencia.
"La autonomía de los colegios está ligada a la libertad educativa de los padres, no al modelo de negocio de las instituciones"
Libertad educativa y papel de las familias
La autora insiste en que los padres deben tener la última palabra: “Dar un móvil a un hijo es una decisión que corresponde a las familias, no al Estado ni a las escuelas”.
Frente a la queja de patronales de enseñanza y grupos privados que acusan a la Administración de limitar la autonomía de los centros, responde con firmeza: “La autonomía de los colegios está ligada a la libertad educativa de los padres, no al modelo de negocio de las instituciones”. Considera incoherente que se hable de “escuelas de padres” cuando, en realidad, se imponen dispositivos sin dar opciones.
Además, reprocha que muchas familias se vean obligadas a aceptar tabletas aunque prefieran alternativas: “Si un colegio tiene cuatro líneas y no puede ofrecer una opción sin tabletas, entonces la libertad educativa no es real”.
"Las empresas tecnológicas no tienen intención, tienen una cuenta de resultados y una obligación con sus accionistas"
De la brecha digital al mito del nativo digital
Otro de los argumentos frecuentes en defensa de la digitalización es la supuesta reducción de la brecha social. L’Ecuyer lo rechaza: “No es una brecha digital, es una brecha socioeconómica. Las evidencias demuestran que en los grupos más desfavorecidos hay más uso abusivo de pantallas”.
También cuestiona el concepto de “nativo digital”: “El hecho de haber crecido rodeado de tecnología no significa aprender mejor con ella”. Y va más allá al matizar qué papel debería tener la asignatura de tecnología: no como soporte para aprender matemáticas, lengua u otras materias, sino como espacio propio para adquirir habilidades prácticas. “Tenemos alumnos que salen al mercado laboral sin saber usar Excel, Word o programas básicos de gestión. Es ahí donde la tecnología sí aporta valor”, afirma.
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