Consecuencias de la atención fragmentada: el efecto 'popcorn brain'

La sobreexposición a estímulos digitales, cambiantes de forma rápida y constante, afecta a la atención sostenida.
MagisterioJueves, 9 de October de 2025
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La infancia acaba acostumbrándose a un ritmo mental acelerado, incrementando la necesidad de recibir recompensas inminentes y continuas. © ADOBE STOCK

La mayor parte del día de cualquier niño español se basa en el uso de un dispositivo electrónico. El tiempo frente a las pantallas ha alcanzado las 11 horas de media, tal y como muestra el estudio PASOS Longitudinal de la Gasol Foundation.

Unido a este factor, la cantidad de horas que los infantes utilizan las redes sociales se ha incrementado más de 20 minutos, especialmente en TikTok e Instagram con una subida del 59% en el tiempo de uso. Así lo confirma el estudio El dilema digital: La infancia en una encrucijada, elaborado por la aplicación de control parental Qustodio.

El popcorn brain: ¿cuáles son sus síntomas?

Vídeos breves, videojuegos con pantallas que cambian cada pocos segundos o notificaciones que llegan de manera persistente. La exposición temprana y prolongada a dichos estímulos, los cuales cada vez son más rápidos y atractivos, provocan el efecto popcorn brain, un término introducido en 2011 por David Levy, investigador de la Universidad de Washington.

Este fenómeno se trata de un estado mental el cual genera pensamientos dispersos, fragmenta la atención y provoca una tendencia en la mente a pasar velozmente de un tema a otro, como una sucesión de palomitas —popcorn en inglés— explotando.

Consecuencias cognitivas del popcorn brain

La infancia acaba acostumbrándose a un ritmo mental acelerado, incrementando la necesidad de recibir recompensas inminentes y continuas. “Cuanto más rápido, llamativo y personalizado es el contenido, más difícil resulta desconectar”, explaya la psicóloga experta de Qustodio, Gloria R. Ben.

Como consecuencia, el popcorn brain afecta tanto en el aprendizaje como incluso en la vida diaria del niño o niña. A nivel cognitivo, el nivel de atención disminuye, lo que merma su capacidad para realizar tareas complejas y prolongadas. Por otro lado, desde un punto de vista emocional conlleva una baja tolerancia a la frustración y mayor impaciencia ante la falta de inmediatez de una recompensa.

La psicóloga Ben subraya que las relaciones interpersonales se vuelven “menos sólidas”, dejando incluso de escuchar a sus seres queridos: “cuando los adolescentes están físicamente juntos, muchas veces interactúan más a través del teléfono que cara a cara”.

El cambio de las familias

La acción por parte del núcleo familiar debe ser comprensiva y empática. La solución no es la prohibición; sí en cambio es necesario enseñarles un uso equilibrado de los dispositivos digitales. Desde Qustodio plantean una serie de recomendaciones.

  • Limitar el tiempo de uso de las pantallas y supervisar los contenidos.
  • Proponer actividades que impliquen paciencia, espera y concentración, como juegos de mesa, deporte o lectura.
  • Generar mayor comunicación sobre los contenidos que visualizan en Internet y cómo les hace sentir.
  • Organizar horarios y espacios libres de pantallas, especialmente durante las comidas y antes de dormir.
  • Ser coherentes y predicar con el ejemplo; si los niños ven que sus progenitores saben desconectar, aprenderán a hacerlo también.

Gloria R. Ben declara que, a través de la comprensión, los adultos podrán “ayudarles a crear hábitos saludables y a recuperar la capacidad de atención y de conexión real con su entorno”.

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