Enrique Echeburua sobre las redes sociales: “Nos encontramos ante una epidemia silenciosa que no genera rechazo social”
Ciertas señales como cansancio constante, irritabilidad si no se dispone del móvil, aislamiento social o descenso repentino del rendimiento académico pueden que pueden indicar un uso problemático de las redes. © COLEGIO OFICIAL DE PSICOLOGÍA DE CANTABRIA
Desde el periódico MAGISTERIO iniciamos con esta crónica la serie de artículos dedicados a las conferencias de las jornadas, centradas en los retos de la salud mental infantojuvenil y su impacto en la escuela.
La sesión inaugural contó con la intervención de Enrique Echeburua, catedrático de Psicología Clínica y académico de número de la Academia de Psicología de España, que abordó un tema de urgente actualidad: La adicción a las nuevas tecnologías en jóvenes y adolescentes.
La adolescencia, una edad vulnerable
Echeburua recordó que la adolescencia “es una edad de riesgo para la salud mental”, y que a los factores tradicionales —las tormentas emocionales, la búsqueda de identidad o la presión social— se suman hoy las nuevas tecnologías, que amplifican la exposición, la comparación y la impulsividad.
La adolescencia es una edad de riesgo para la salud mental
"Explicó que el cerebro no culmina su desarrollo hasta los 25 años, lo que deja a los adolescentes con un menor control sobre la impulsividad y la toma de decisiones. Por eso, insistió en la detección temprana y la educación emocional como claves de prevención.
Según los datos que presentó, entre un 10 y un 20% de los adolescentes padece algún trastorno mental, y el 50% de los problemas que sufren los adultos comienzan antes de los 14 años.
Las redes sociales, una adicción sin rechazo social
El experto explicó que el término adicción ya no se refiere solo al consumo de sustancias, sino también a ciertas conductas placenteras que se repiten hasta interferir en la vida cotidiana. En los jóvenes, las más frecuentes son la dependencia de los videojuegos y de las redes sociales.
Echeburua detalló que las plataformas digitales están diseñadas para fomentar la permanencia del usuario mediante mecanismos de recompensa inmediata —como el scroll infinito o la reproducción automática de vídeos—. Según el Ministerio de Sanidad, uno de cada cuatro adolescentes realiza un uso problemático de las redes y hasta un 3 % desarrolla una adicción propiamente dicha.
El psicólogo definió este fenómeno como una epidemia silenciosa, porque no provoca rechazo social ni alarma: “El abuso del móvil se ha normalizado incluso entre los adultos”, señaló.
Conectarse no es comunicarse
Echeburua insistió en que la comunicación humana no puede reducirse al intercambio de mensajes. “Conectarse no es comunicarse”, afirmó. Explicó que el contacto personal, las miradas y los gestos son insustituibles para desarrollar empatía y vínculos reales.
Alertó también de la pérdida de intimidad que ha transformado la vida privada en “un patio de vecinos”, y del daño que generan los modelos de belleza difundidos por las redes: “La felicidad ficticia que se exige en las redes genera frustración y tristeza en quienes no encajan en esos ideales”.
Entre los efectos más preocupantes citó la ansiedad, la depresión, los trastornos del sueño y el aislamiento social.
Factores de riesgo que pueden detectar los profesores
Durante su intervención, el catedrático animó al profesorado a observar ciertas señales de alarma que pueden indicar un uso problemático de las redes. Entre ellas mencionó el cansancio constante, la irritabilidad cuando no se dispone del móvil, el aislamiento social o el descenso repentino del rendimiento académico.
Echeburua señaló que también deben preocupar los cambios bruscos de humor, la falta de interés por actividades que antes resultaban gratificantes y el insomnio asociado al uso nocturno de pantallas.
Estas señales, añadió, no siempre indican un trastorno, pero deben llevar a una observación más estrecha y, si es necesario, a una derivación al orientador o psicólogo del centro.
La edad y la madurez digital
Preguntado por MAGISTERIO sobre la edad adecuada para acceder a un teléfono inteligente, Echeburua fue claro: no debería darse un móvil propio antes de los 14 o 15 años, y siempre con control parental.
Recordó que la edad legal mínima para abrir una cuenta en redes sociales es de 16 años, pero que los controles son “muy laxos” y permiten a los menores mentir sobre su edad. Por eso, defendió que la supervisión y el diálogo familiar son imprescindibles, así como la creación de pactos colectivos entre padres para evitar la presión social que sufren los hijos.
Pantallas en la escuela, medios y no fines
Sobre el uso de pantallas en el aula, Echeburua defendió un enfoque equilibrado. En Educación Primaria, explicó, los métodos tradicionales pueden ser suficientes, porque el aprendizaje se apoya sobre todo en la relación directa entre profesor y alumno.
En Secundaria, sin embargo, las herramientas digitales pueden tener valor como complemento educativo, siempre que el docente mantenga el control y las use con sentido pedagógico. “La tecnología debe estar al servicio de la enseñanza, no sustituirla”, afirmó.
La tecnología debe estar al servicio de la enseñanza, no sustituirla
"Recordó que el aprendizaje implica también vínculos afectivos, trabajo cooperativo y socialización, dimensiones que ninguna pantalla puede replicar.
Qué puede hacer el profesorado
En su conversación con MAGISTERIO, Echeburua reconoció la preocupación creciente de los docentes, que cada vez dedican más tiempo a tratar cuestiones emocionales que a los problemas académicos.
Sostuvo que los profesores no pueden ni deben asumir solos la gestión de la salud mental del alumnado, y reclamó la presencia de un psicólogo educativo o un orientador en todos los centros. Explicó que ese profesional puede distinguir entre un malestar transitorio y una situación de riesgo real, como una ideación suicida, y derivar los casos más graves a los servicios de salud mental. Además, defendió la necesidad de reforzar las escuelas de padres, para que las familias puedan consensuar normas sobre el uso de pantallas y redes.
Un problema de salud pública
Echeburua cerró su intervención con una advertencia clara: la adicción digital y el deterioro del bienestar emocional de los jóvenes deben abordarse como un problema de salud pública.
Reclamó políticas educativas y sanitarias coordinadas, alejadas del alarmismo, pero basadas en la evidencia científica y en la colaboración entre familias, escuela y profesionales de la salud.
Esta crónica forma parte de la cobertura especial que MAGISTERIO dedica a las Jornadas de Psicología, Educación y Salud Mental del Colegio Oficial de Psicología de Cantabria. En los próximos días publicaremos las intervenciones de otros ponentes, centradas en el papel del profesorado ante los nuevos desafíos de la salud mental infantil y adolescente.






