Ana Iris Simón y Pedro Herrero reivindican la escuela como lugar de arraigo frente al vértigo cultural

En la mesa redonda "El reto de permanecer: cultura y escuela ante el desarraigo", celebrada en el 52.º Congreso de CECE, la escritora Ana Iris Simón y el analista Pedro Herrero, moderados por Almudena Calvo, abordaron la necesidad de que la escuela recupere su papel como espacio de comunidad, protección y transmisión cultural en una sociedad marcada por la aceleración, la fragmentación y el desencanto generacional.
MagisterioLunes, 27 de October de 2025
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Pedro Herrero, asesor y director de asuntos públicos, Almudena Calvo, periodista, y Ana Iris Simón, periodista y escritora, en la mesa redonda "El reto de permanecer: cultura y escuela ante el desarraigo", en el 52º Congreso Nacional de CECE.

La conversación partió de una constatación: vivimos instalados en la aceleración constante hacia ninguna parte. Pedro Herrero advirtió que “nos hemos metido en un callejón de aceleración continua hacia la nada”, donde el llamado progreso “parece diseñado para que jamás llene”. Describió el capitalismo actual como “el capitalismo de la elección, que siempre puede ofrecerte más opciones, pero que necesita que estés incómodo con lo que ya tienes”. Un sistema, dijo, que “ha convertido la incomodidad en motor económico y cultural”.

Pedro Herrero: "

Nos hemos metido en un callejón de aceleración constante hacia la nada

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Ana Iris Simón, por su parte, habló de raíces y continuidad. Recordó a la filósofa Simone Weil, para quien “un ser humano sin raíces está condenado a marchitarse”. Contrastó los avances materiales y sociales logrados en las últimas décadas con la pérdida de proyectos vitales compartidos. “Vivimos mejor, sí —dijo—, pero ¿vivimos con más sentido?”.

Desde ahí introdujo la reflexión de Pasolini: “Los bienes superfluos generan vidas superfluas”, para subrayar cómo el consumo ha pasado de ser una herramienta a convertirse en un marco de identidad. “Nos han hecho sentir que somos lo que producimos y consumimos; nuestra cárcel es de cristal, porque se nos vende como libertad”, apuntó.

Ana Iris Simón: "

Nuestra cárcel es de cristal, porque se nos vende como libertad

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A su juicio, la paradoja contemporánea es que la abundancia material convive con un vacío de propósito, con una “orfandad moral” que se traslada a los jóvenes. “Vivimos mejor, pero no necesariamente vivimos con más sentido”, resumió.

Ambos coincidieron en que la ausencia de una visión moral común ha derivado en un clima social fragmentado. Herrero lo ilustró con ironía al relatar su llamada “guerra civil churro” en el grupo de WhatsApp de padres: un ejemplo de cómo “la pérdida de referencias compartidas lleva a una guerra civil con tu vecino por una mandarina” (cuando, alarmada por su elevada cantidad de azúcar, una madre inició una campaña para que en desayuno se sustituyera el chocolate con churros por piezas de fruta). “Si no religamos lo común —añadió—, la convivencia se vuelve una suma de neurosis privadas”.

Pedro Herrero: "

La pérdida de una visión moral común nos lleva a la guerra civil con el vecino

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Simón, en la misma línea, alertó de que sin algo común en que encontrarse es muy difícil tender puentes. “Para integrar a los niños a una cultura, primero hay que tenerla —afirmó—. Sin códigos simbólicos compartidos, no hay comprensión entre diferentes”. Recordó que, sin asignaturas como Religión, por ejemplo, “Nos quedamos sin herramientas para leer el mundo. No saber quién es San Sebastián o qué significa un Sagrado Corazón es desconocer el idioma cultural del país en que vivimos”.

La pérdida de comunidad, advirtió, ha transformado las redes sociales y educativas en redes clientelares, donde padres y docentes se relacionan como consumidores y proveedores de servicios. “Nos creemos clientes del profesor, cuando deberíamos ser comunidad con él”, subrayó. “La educación no puede reducirse a una prestación, sino a una relación humana entre personas que cooperan para cuidar lo más valioso: los hijos”.

Herrero retomó esa idea para reclamar que la conversación educativa no se limite a las condiciones laborales del profesorado, sino que vuelva a situar en el centro el bienestar del alumno y la misión cultural del maestro. “Se ha hecho retroceder la conversación sobre educación en favor de la conversación sindical –lamentó–. El bienestar del alumno y la vida real en el aula han desaparecido del debate”.

El analista también pidió que se evite “normativizar a los maestros”, imponiéndoles moldes homogéneos. “No todos deben educar igual. No se trata de encajar a las personas en una plantilla, sino de permitir que cada maestro enseñe desde su propio temperamento y humanidad”, dijo.

La mesa concluyó con una apelación compartida: recuperar la confianza en la figura del maestro.
“A los maestros no se les pide solo conocimientos, sino mirada, compañía y protección”, resumió Herrero. Simón añadió que los padres también deben implicarse y tejer comunidad, asumiendo la educación como un proceso común y no como un servicio contratado. “La escuela —coincidieron ambos— debe ser el lugar donde aún sea posible aprender a permanecer”.

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