Urra y cómo subsanar los vínculos: "El apego es esencial, pero no está en nuestras manos"

El psicólogo Javier Urra dedica este episodio de ¡Hip, hip, Urra! a cómo reparar las heridas de los vínculos y apegos inseguros, invita a no quedar presos del pasado y a asumir la responsabilidad de reconstruir relaciones sanas, con asertividad, apoyo y sentido de comunidad.
Diego Moreno-ArronesViernes, 31 de October de 2025
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En este nuevo episodio de ¡Hip, hip, Urra!, el psicólogo Javier Urra aborda cómo sanar, en lo posible, el sufrimiento derivado de vínculos y apegos que no existieron o fueron inseguros. Desde una mirada realista y compasiva, sostiene que el pasado no puede reescribirse, pero sí puede resignificarse, entender lo vivido y reparar lo que se pueda.

Como nos cuenta Urra a través de las experiencias que ha visto, la vida no es justa, y que el entorno moldea el desarrollo temprano. Desde ahí plantea el núcleo del episodio, el apego y el vínculo como ejes fundacionales de la seguridad emocional.

El reto del vínculo

Urra contrapone dos realidades, la de quienes nacen en familias que esperan, cuidan y arropan y la de quienes crecen en hogares atravesados por la falta de tiempo, la precariedad, la adicción, la enfermedad mental o la depresión crónica. En estos contextos, dice, emergen distancias afectivas, fallos de engranaje emocional y dudas persistentes en la adultez sobre si uno fue querido.

Pero subraya que el determinismo biográfico no debe inmovilizar, “No puedo cambiar el pasado; no debo hipotecar el presente y el futuro por lo que aconteció o creo que aconteció”. Propone, en cambio, una ética de reparación, detenerse, evaluar, “cambiar la rueda” si hace falta y retomar el camino. Igual que un deportista que se fractura y más tarde vuelve a competir, la persona puede reconstituir su proyecto vital y ser una buena pareja, un buen colaborador, un padre razonablemente ejemplar.

La educación emocional temprana

Urra reivindica los primeros años como etapa crítica, esos juegos de “cucú-trás” no son banales, son pactos de confianza y seguridad. Cuando hay maltrato o violencia, el daño es real, pero insiste en la capacidad humana de rehacer trayectorias.

Se da una tendencia a explicar cada dificultad adulta por “un vínculo inseguro”. Puede ser una causa, concede, pero no la coartada para no actuar. El foco, afirma, debe desplazarse del reproche perpetuo a padres o abuelos hacia la responsabilidad presente, estar “con, por y para los otros”. Decir lo que haya que decir con asertividad, sin gritos ni amenazas, apoyar y colaborar. Así se cultiva un círculo virtuoso entre el buen vínculo con los demás y la autoestima propia.

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