llucia pou
Cómo acompañar a los adolescentes hacia la interioridad en un mundo hiperconectado.
Decía Aristóteles que la política es el arte de las artes, porque de ella dependen todas las demás. Sin embargo, quizás deberíamos atrevernos a corregirlo: la verdadera raíz de todo arte, de toda ética pública, de toda posibilidad de justicia o belleza compartida, es la educación. Sin educación no hay política sana, ni economía justa, ni sociedad verdaderamente humana. Todo lo demás se tambalea si no hay educadores que sostengan, a fuego lento, el alma colectiva.
La educación primaria no es solo el primer tramo del sistema educativo: es su piedra angular. En ella se asientan las competencias básicas, los hábitos de aprendizaje, las habilidades emocionales y las actitudes cívicas de millones de personas. Sin embargo, en España, el reconocimiento social y económico de quienes hacen posible esta etapa –los maestros de primaria– sigue siendo alarmantemente insuficiente. Pagar mal a quien más influye en la infancia es hipotecar el futuro emocional, mental y cultural de una sociedad.
Vivimos una paradoja. Pasamos más tiempo que nunca en casa –trabajamos, descansamos, nos relacionamos, envejecemos, criamos, soñamos– y, sin embargo, la arquitectura contemporánea y la política fiscal parecen haber olvidado lo esencial: la casa es un refugio, no un concepto abstracto ni un activo financiero.
La digitalización y transformación digital en las empresas españolas es uno de los objetivos prioritarios en la asignación de los fondos europeos de la Nueva Generación, que han destinado 70.000 € para este fin en los próximos años. Estos fondos, cuidadosamente supervisados por la Unión Europea, buscan impulsar un cambio profundo en la estructura y funcionamiento de las empresas, pero la realidad en la ejecución ha dejado ver importantes desafíos.
