Buscando las raíces del acoso escolar: "Nadie acosa con la mochila vacía"

El tercer capítulo del podcast Magisteri-ON: Salud Mental y Bienestar en las Aulas en colaboración con el Instituto de Salud Mental y Bienestar Emooti, aborda el bullying o acoso escolar. Tratamos de indagar en qué lleva al acosador a acosar, analizamos cómo se puede prevenir y profundizamos en el papel de las familias.
Lunes, 12 de May de 2025
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El acoso escolar sigue siendo una de las principales preocupaciones para la comunidad educativa, pero hoy adopta nuevas formas, más invisibles y persistentes. En el tercer episodio del podcast Magisteri-ON en colaboración con Emooti, Borja Beriain y Elena Casero, de MAGISTERIO, conversan con María Carriazo y María Ivorra, docentes y miembros del equipo directivo de la Red Educativa Arenales, sobre los matices del bullying, el papel de las familias, la cultura escolar y los desafíos que plantea el ciberacoso.

“Nadie acosa con la mochila vacía”, recuerda Ivorra. “Detrás suele haber una carencia emocional o una historia que no justifica, pero sí ayuda a comprender”.

Conflictos no son acoso: la importancia de nombrar bien

Uno de los primeros consensos es que no todo enfrentamiento entre alumnos debe etiquetarse como acoso. “A mí me parece que ahora mismo la palabra acoso se ha magnificado y se utiliza para muchas realidades que son a lo mejor conflictos que hay en los colegios. A veces llamamos acoso a un malentendido puntual y eso desdibuja el verdadero problema”, advierte Carriazo. El acoso implica desequilibrio de poder, repetición en el tiempo y un impacto emocional profundo. Para las docentes, nombrar bien el problema es el primer paso para abordarlo con responsabilidad.

Al tiempo María Carriazo subraya la importancia de “nunca minimizar”: “Es la vivencia que él o ella están teniendo, tú tienes que acompañarles en ese momento, pero tampoco llegar al extremo de maximizar”.

La familia también sufre

El podcast dedica un espacio valiente a hablar de las familias: tanto las que sufren por sus hijos acosados como aquellas que deben enfrentarse a que su hijo sea el agresor. “En las reuniones que he tenido con familias cuando les he comentado que su hijo puede ser un posible acosador sólo me ha pasado una vez de una madre que me preguntó ¿Quién está sufriendo?”, cuenta Ivorra. La mayoría opta por negar o minimizar.

La clave está en evitar etiquetas prematuras y abrir espacios de diálogo. “Poner la etiqueta ‘acosador’ demasiado pronto a un niño de 13 años puede marcarle para siempre”, recuerda Carriazo.

Ivorra incide en que también se puede aprender: “Yo he tenido la experiencia de personas que a lo mejor han hecho daño en 2º de la ESO, 3º de la ESO, que creo que son los años más complicados, y habiendo trabajado con ellas ahora tengo a personas en Bachillerato que son los que más se dedican a los demás, a ser el líderes positivo. Y a mí se me cae la baba porque digo ¡Olé! Hemos aprendido. O sea, que también para esa persona es un aprendizaje”.

Cuando la víctima ya no quiere ir al colegio vamos tarde

“No quiero ir al cole” es una frase que debería activar todas las alarmas. “Cuando un alumno lo dice, ya vamos tarde”, coinciden ambas, “ya han pasado muchas cosas que nosotros no hemos visto”.

Las señales del acoso no siempre se ven en clase: surgen en los patios, en los cambios de hora, en los pasillos. “Ahí es donde los profesores de Educación Física o los tutores atentos pueden detectar más que en una clase magistral”, afirma Ivorra, no en vano profesora de Educación Física.

El ciberacoso, un entorno sin refugio

La digitalización ha transformado el bullying. “Antes, al salir del colegio encontrabas descanso; ahora el acoso puede continuar las 24 horas desde el móvil”, señala Beriain. El ciberacoso multiplica el daño y expande su alcance: un mensaje, una imagen o una burla en redes puede llegar en minutos a todo el centro escolar.

Sin embargo, también ofrece herramientas. “Las capturas de pantalla permiten intervenir con evidencias claras”, apunta Carriazo. Pero todos coinciden en que el daño ya está hecho si se ha viralizado.

Romper el silencio: de la culpa a la corresponsabilidad

¿Qué papel juegan los testigos? Más del 70% de los casos de acoso suceden frente a otros compañeros. “El miedo al rechazo o a ser llamado ‘chivato’ paraliza”, explica Ivorra. Por eso insisten en crear culturas escolares donde ayudar sea lo que está de moda, donde el liderazgo positivo contagie empatía y no violencia.

“Cuando ven que esto se está complicando, hay muchas veces que dan un paso al frente y hablan, y ahí creo que los docentes tienen que tener mucha mano izquierda de saber escuchar y saber utilizar esa información para no señalar a nadie de los que han hablado. Este es el mayor miedo de los padres: “Oye, tú no hables porque a ver si van a decir tu nombre”. No, no, no, tenemos ya experiencia y cuando un alumno nos viene y nos cuenta algo yo ya sé cómo tratar esa información para poder resolver el conflicto”, asevera Ivorra.

¿Se puede entender al agresor?

Lejos de justificar, las docentes reivindican la necesidad de comprender. “Un acosador también es un niño, a menudo víctima de otra situación. Hay que trabajar con él”, sostienen. En muchos casos, los agresores, al tomar conciencia de sus actos, ellos o sus familias, piden ayuda. “Y cuando el colegio y la familia van a una, se puede reparar el daño”, concluye Ivorra.

Reconciliación: posible, pero no siempre sencilla

¿Es posible el perdón? “En la mayoría de los casos que he vivido, sí”, dice Ivorra. “Pero depende mucho del acompañamiento adulto y del contexto”. Carriazo, más escéptica, apunta a las familias como freno frecuente: “A veces los chicos están listos para perdonar, pero los adultos deciden no arriesgarse”.

Prevenir creando comunidad

El episodio se cierra con una mirada propositiva: crear una comunidad educativa consciente, intencionada y en positivo. “Cuando los alumnos sienten que el colegio es un lugar seguro, que los adultos no miran hacia otro lado y que sus compañeros les apoyan, las cosas cambian”, resume Carriazo.

Herramientas como el socioemociograma, la formación docente o la escucha activa entre escuela y familia se presentan como claves para anticiparse al problema y evitar que el acoso escolar siga escribiendo historias de dolor. Una escucha que pasa, también por ponerse las pilas para conocer el lenguaje de nuestros hijos y alumnos, la simbología en redes sociales o Whatsapp… y el momento evolutivo en el que se encuentran: “El adolescente tiene que hacerse ver, y, si les pones límites, esos límites están para saltárselos. Todos hemos pasado por ahí. Lo que pasa es que hay unos límites que están más arriba y otros más abajo”, reflexiona Ivorra.

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Comentarios

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  1. Anna CArpena
    15 de May de 2025 18:56

    I prevenir fent créixer l’empatia, treballant-la.